Es un claro asunto de tradición el de creernos animales muy especiales, cosas muy elevadas, y a muchos pueden parecerles cínicas las visiones de los humanos como unos simples gusanos adaptados a la bipedestación (muchos, incluso hoy, no tienen idea de la bestia que somos, y deliran, entre otras cosas, que un ser sobrenatural los creó del barro y les dio derecho sobre las cosas de la tierra).
¿Quieren ver al espejo algo más que una forma de vida royendo los recursos de la corteza terrestre? Si quieren algo más no miren en las redes, ese es uno de aquellos lugares que con mayor claridad reflejan nuestra naturaleza básica.
Nacer, comer, dormir, crecer, reproducirnos (o disfrutar de la sexualidad sin beneficiarnos de aquella costosa parte de la fitness darwiniana), procurar no ser comidos…
Alguno dirá —yo no, yo he trascendido, soy ‘humano’— pero una mirada al metamórfico X-Twitter muestra los patrones, la norma de estos seres que dedican la energía cognitiva, parte de la cual se disipa en sus vernaculares time-lines, a la discusión de un finito y descriptible espectro de temas.
¿Por qué nos preocupan tanto ciertas cosas? La respuesta es contingente y obvia: porque son vitales.
La Política. Claro… nuestra vida depende del éxito del gobierno, la sociedad es un sistema biológico bastante complejo, nuestra vida moderna depende de nuestro direccionamiento colectivo, es quizás el asunto más importante, digno de una gran proporción de nuestras conversaciones adultas.
Los alimentos y la nutrición: las personas en las redes sociales con mucha frecuencia exhiben lo que comen, se agarran por gordos o flacos o fóbicos, por la changua o el sancocho (y reflejan ahí sus instintos regionalistas) viven de la venta informal de suplementos, promueven emprendimientos gastronómicos, los hay nutricionistas radicales, y falsos, peligrosos consejeros; culturistas del físico muestran qué tanta comida pueden procesar mientras al mismo tiempo aguantan hambre… cada uno de estos temas es un enorme universo.
El sexo, el amor, la infidelidad… Este es pan de cada día en las comunicaciones informales humanas, quizás desde siempre, quizás un tema que —como decía mi abuelo de la agronomía— nació con el hombre: toneladas de, generalmente prescindible, información sobre quién anda con quién, quién hizo qué, cómo lo hizo… La música, las novelas, la cultura en general llenas de referencias al sexo y el amor. Es clarísimo, este es uno de los campos más críticos en la supervivencia de una especie, pues de este depende directamente la reproducción y en este se manifiesta, en pleno, la diversidad: el sinónimo más importante de adaptabilidad1.
Este es, de manera muy notoria, uno de mis temas favoritos, pues muchos misterios de la vida cotidiana cobran sentido “a la luz de la evolución”2. Uno de innumerables ejemplos sobre la discusión amorosa en redes es aquel en de las mujeres que manifiestan su profundo desprecio por los hombres tacaños, esto es porque ven en riesgo la manutención de sus crías (así no quieran tener crías, está programado en sus inconscientes) y los hombres evitan las feas porque les quitan estatus (y no lo digo yo, lo leí en algún iluminado rincón3), un intrincado problema moderno descendiente de uno ancestral: la búsqueda de recursos que garanticen el futuro de la progenie y los criterios de belleza física como indicios de aptitud y deseabilidad reproductora.
De ahí en adelante temas quizás transversales, pero igualmente vitales, centrales a nuestra existencia. En el tema de la política se puede enmarcar con claridad el asunto del conflicto, un problema potencial en cada nivel, desde el personal hasta el espiritual, porque todo el asunto político comienza con el gobierno de sí mismo y luego se comienza a tejer en la complejidad de la sociedad y los temas concernientes al direccionamiento de su desarrollo, supervivencia y bienestar, la salud (el enorme tema de la biopolítica), el sufrimiento y la muerte, por eso, por ejemplo, nos dedicamos casi constantemente a manifestar nuestra preocupación por los perjuicios de un sistema de salud en un estado de desarrollo bastante insuficiente.
No encuentro una indagación profunda y exhaustiva que no tenga como resultados principales, sabias y superficiales generalizaciones. La biología se me hace el mejor conjunto de herramientas para abordar estos análisis ¿Por qué?, por lo mencionado al principio, reducirnos con honestidad a ver lo que somos: unos descendientes evolutivos de gusanos que han sido seleccionados hasta el presente de nuestros grandes encéfalos y complejos sistemas de procesamiento de la información, nos dará visiones crudas pero explicativas y útiles estratégicamente para confrontar los problemas que los humanos tenemos día a día.
1. Dobzhansky T. On Some Fundamental Concepts of Darwinian Biology. In: Dobzhansky T, Hecht MK, Steere WC, eds. Evolutionary Biology. Springer US; 1968:1-34. doi:10.1007/978-1-4684-8094-8_1
2. Dobzhansky T. Nothing in Biology Makes Sense except in the Light of Evolution. Am Biol Teach. 1973;35(3):125-129. doi:10.2307/4444260
3. Buss DM. La evolución del deseo: estrategias del emparejamiento humano. Tercera edición. Alianza Editorial; 2015.
Sebastián Ruiz
Médico editor
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