Aborrecer el envejecimiento. Huir de él, negarse. Los estándares de belleza tienen un contenido ancestral inseparable de la reproducción, aunque algunos o algunas puedan incomodarse con ello. En general las preocupaciones de las mujeres por lo cosmético, es para aparentar ser buenas candidatas para la maternidad. Todas quieren parecer que son buenas mamás.
El amor tan satanizado y santificado al mismo tiempo, fuente de inspiración de infinidad de tipos de arte y usado como justificación de miles y miles de barbaries realizadas por los humanos, será tomado con propósito de este escrito como sinónimo de “Unión” y “Creación”, según lo definido en la RAE (instituto creado por un par de ancianos que no conocen cómo se habla el español en el resto del mundo). La idea de este escrito será intentar darle vueltas a la pregunta: ¿Qué hacer cuando el amor no es suficiente y no te permite generar esa unión?
Ca7riel
Vamos a usar una expresión bien gastada, un lugar común, como se les llama en narrativa: Hay que haber estado viviendo debajo de una piedra para no seguir la estrofa “¿Tatuaje en el cuello? Sí ¿El pelo negro? Sí ¿Con silicona? Sí ¿Se vieron anoche? Sí. ¡Fuck!” El Tiny Desk de Paco Amoroso y Ca7riel se convirtió en par de semanas en uno de los productos culturales más consumidos del año, al llevar a este par de intérpretes de trap a demostrar un bagaje musical inesperado por quienes todavía menosprecian los géneros urbanos. Sumar su nacionalidad argentina a la combinación de hip hop, funk y soul nos han llevado a muchos de cierta edad, a rememorar el Illya Kuriaki and the Valderramas de los 90 y principios de 2000.
El dúo tiene, definitivamente, talento. Pero nos vamos a centrar en Ca7riel, que ha tenido la oportunidad de demostrar su versatilidad más que su par en el tándem. Y es porque nuestro muchacho Catriel Guerreiro ha dado tumbos por un espectro grande de la música actual, desde aparecer tocando solo con su guitarra eléctrica un cóver de ‘Mil Horas’, de Los Abuelos de la Nada; pasando por la colaboración con Miranda! para el remake de su éxito ‘Don’; hasta llegar a su faceta más dura como vocalista de Barro (recomendamos buscar ‘7 Rojas’). Un personaje que, además de ecléctico, y de lograr una efectividad pasmosa con cada aventura en la que se embarca, desborda en carisma con la actitud de un rock star de la época glam: un David Bowie porteño en el que el resultado es superior a la suma de sus componentes. El mestizaje como triunfo y fuerza devoradora de algoritmos y fronteras geográficas y musicales.
Marttein
Algo bueno de encontrar material bueno en YouTube es que de allí se desprenden loops incesantes de recomendaciones: Si te llegas a subir a la ola adecuada, te puede llevar a playas inesperadas en donde ampliar con comodidad las playlist y la cabeza. Eso nos pasó oyendo el Tiny Desk de Paco Amoroso y Ca7riel. Porque en la columna lateral derecha de la pantalla aguardaba un connacional del dúo, un paisano, como se diría por acá, que va construyendo lento pero seguro, una carrera que se proyecta como muy prolífica. Con 25 años, Marttein cuenta en su trayectoria una cantidad impresionante de trabajos, como muestra de que esa cabecita inquieta es difícil de detener. En su más reciente trabajo: ‘El Rubio’, se mete en un personaje que parece salido de una película de Guy Ritchie para contar un relato de barrios bajos, de perdedores sin rumbo fijo, en una Buenos Aires sórdida que solo puede ofrecer satisfacción inmediata y desazón a largo plazo.
Vamos a ser claros: Marttein no va a conquistar el mismo público del Tiny de Paco Amoroso y Ca7riel: le falta el dembow, porque lo de él no parte del trap, sino de un electroclash impregnado por el espíritu de Lou Reed, y para el que, al buscar un referente cercano, tenemos que remitirnos a Peaches. Sin embargo, tiene lo suyo. Esa oscuridad de sus primeros trabajos es mezclado en su nuevo álbum con humor negro, sarcasmo y un mood de diversión y travesura; agrega en sus letras una especie de lunfardo posmoderno; y por último un personaje construido sobre el histrionismo del artista y plasmado en el cortometraje compuesto por los videoclips de sus temas.
Juan Son
En esta época de exploraciones musicales latinas encontramos algo más, digno de ser oído y también visto, esta vez desde México. Juan Carlos Pereda, bajo el nombre artístico Juan Son, arrancó su carrera en Guadalajara, antes de viajar a estudiar al London Center of Contemporary Music, en donde se empapó de una serie de influencias artísticas de vanguardia. Con semejante background, regresó a su país, lideró la banda Porter, y en 2009 se aparta del colectivo para estrenarse como solista, con un perfil lejano del sonido indie que lo había caracterizado, para jugar con sintetizadores y distorsiones.
Esa senda lo llevó, entre polémicas con sus antiguos compañeros y colaboraciones con la plana mayor del rock actual mexicano, hasta llegar a su último álbum ‘Fábulas del Nuevo Mundo’ construido de la mano de Transgresorcorruptor, el proyecto de música electrónica experimental del productor Yamil Rezc, y que sumado al trabajo del artista digital Ethan Ávila, presenta dos joyitas disponibles ambas en YouTube. ‘Laberinto’ ofrece un rock psicodélico con reminiscencias a la balada española de principios de los 70, en un duelo con Luis Humberto Navejas, de Enjambre; mientras que ‘Amor Maicero’ cambia de tono hacia una cumbia melancólica y atmosférica; ambos con vídeo clips de altísima factura que pueden estarse metiendo como dos de los mejores del año.