En el continuo proceso de construcción de El Cuyabran Post, no estamos cerrados a los cambios. Resiliencia, es la palabra, pese a lo desgastada que está. Y teniendo en cuenta las múltiples obligaciones de nuestros columnistas con sus ocupaciones principales, decidimos dar un compás de espera a su espacio.
Sin embargo, no queremos dejar perder el componente de opinión. Para eso, abrimos una editorial, que se publicará cada semana, esperando seguirle el ritmo a la región. Así que, acá vamos.
De lo que son capaces, todos lo sabemos. Pero las jugaditas de las bodegas auspiciadas por Toto para desorientar la intención de voto y sacar beneficios en las elecciones de este domingo 29, parecen haber logrado un nuevo hito con la apropiación de la Inteligencia Artificial. El acelerado avance de este campo ha demostrado su utilidad para adelantar tareas de gran complejidad para el humano en disciplinas como la medicina o la ingeniería. Pero su lado oscuro es el que revela la facilidad con la que personas malintencionadas y sin escrúpulos pueden hacer de ella.
Las más recientes víctimas, justamente en vísperas a las votaciones, son el gobernador del Quindío, Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas y el candidato al mismo cargo, Juan Miguel Galvis Bedoya, cuyas voces fueron imitadas con un software de representación vocal de los varios que se pueden encontrar en internet, de manera gratuita, y con una interfaz y mecanismo básicos y amigables para cualquiera que desee usarlos… para bien o para mal.
El mandatario decidió llevar el caso a los estrados judiciales e interpuso una querella, mientras que el candidato debe estar lidiando con los detalles para el día decisivo. El panorama es diferente en la Alcaldía, la EPQ, la EPA y el resto de entidades que hacen parte del engranaje manejado por Toto, en donde se comparten el audio falso por cadenas de Whatsapp, sintiéndose ganadores y riendo de manera esquizofrénica. Y personajes que se hacen llamar periodistas tras seudónimos como Tigrillo o el Digno, difundiendo la falsa noticia y presentándose como adalides de la verdad.
Nada que extrañar: de parte de la bandita en cuestión hemos conocido a lo largo de la campaña, desaguisados que rayan con el delito: censura a las vallas publicitarias del portal web Pastillas para no Olvidar, la suplantación de la misma página web, la infiltración del perfil de Facebook de la secretaría de Cultura departamental, la presión ejercida a la Nueva Crónica del Quindío para lograr el despido de un reportero…
Pero esta discusión sobrepasa el ámbito regional. Sobrepasa el momento electoral. Porque el verdadero debate recae sobre cómo gestionaremos la información de acá en adelante. Así como la IA genera audios falsos difíciles de reconocer, existen también aplicaciones que construyen vídeos; aún se ven falsos a simple vista, pero es cuestión de meses para que la misma IA perfeccione la técnica. Desafortunadamente la credibilidad y el criterio humanos no avanzan al mismo ritmo de la tecnología, y las decisiones fundamentales estarán permeadas por una capa de desconfianza que nos hará dudar de todo. La escala de valores y los juicios que nos hacemos, tendrá que lidiar con la duda de si lo que vemos y oímos es real o una simulación. En un mundo de posverdad, simplemente no hay verdad. La aún más sucia política (para parafrasear otro perfil de Facebook especializado en seudonoticias) llegó a un nuevo nivel. Como siempre, no es culpa de la herramienta sino del trabajador. El problema no es el acceso a estos instrumentos, sino la borrosa línea de lo que son capaces de hacer. Y si así son de candidatos, no me quiero imaginar lo que serán capaces con el poder absoluto al que aspiran.
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