Dicen que “se atraen más moscas con miel que con hiel”. Bueno, se atraen más moscas disecando un cadáver en público, pero eso sería de muy mal gusto. Prefiero cambiar de tema.

Envejecer, más que madurar, es ir acumulando historias y asuntos personales que no se pueden discutir abiertamente con cualquier hijo de vecino; algunos aspectos pueden resultar indigeribles, muchas personas van a terminar viéndote como un monstruo (porque puede que lo seas) y aquellas discusiones quedan mejor en la reserva o en el diván.

La sociedad (incluyendo los profesionales y escuelas de ciencias de la salud y disciplinas afines como la psicología clínica ‘normal’ y la psiquiatría) teme y tiende a estigmatizar a las personas que lidian con aspectos de su salud mental; es un fenómeno instintivo primitivo que tiene un ancestro común con el asco, las cuarentenas, los tubercularios y la exclusión de los leprosos.

Aprovechemos esta momento de controversia incipiente generado por un rumor, por la declaración de un familiar sobre la posible existencia una condición, digamos “neurológica” del Presidente de la República. Un —como le gusta decir a los periodistas— presunto “síndrome de Asperger”.

En este país de la ignorancia, seguramente pocas personas entienden qué es eso: parece que se prepara un nuevo escenario en el cual perratearán la salud mental de todos con el propósito de soltar en el ambiente la idea de que Petro tiene algún tipo de discapacidad, mientras su base más fanática dirá que aquel diagnóstico explicaría algún tipo de genialidad en su caudillo.

No se imaginan la magnitud del daño que están haciendo.

El problema que tuvo que abordar el dr. Asperger y sus colegas a finales de la década de 1930 sigue vigente. Las personas en el espectro autista tienen una gran diversidad de fenotipos, manifestaciones y severidad de los rasgos que presentan. El abordaje científico de este problema y sus implicaciones sociales han sido de una complejidad sobrecogedora: personas excluidas, incomprendidas, que no encajan en una sociedad despiadada y brutal a pesar de poseer capacidades y talentos especiales.

Ahora relajémonos y veamos como la mencionada sociedad ignorante, estigmatizadora y destructiva arroja al caño el trabajo de un siglo de trabajo en neuropediatría.

Sebastián Ruiz

Médico editor

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