Tuvieron que pasar más de dos meses para que la presidencia nacional del partido Liberal entregara el aval y eligiera su candidato a la Gobernación del Quindío. El respaldo no es poca cosa, si se tiene en cuenta la fuerza que esta colectividad tiene en el departamento, siendo siempre protagonista de la política regional y quedándose por lo menos, con uno de los dos grandes: la Gobernación o la Alcaldía de Armenia. Y en medio del desconcierto, llegó la noticia: el candidato liberal es el ex representante a la Cámara por Cambio Radical, Atilano Giraldo. Políticos haciendo cosas de políticos.
En medio de la controversia y ostentando su poder de decisión, el ex Presidente de la República, César Gaviria Trujillo. Conocedor de su rol fundamental, el risaraldense se dejó cortejar, se hizo el difícil, guardó un silencio incómodo e innecesario y luego asestó el golpe. En notas publicadas por el portal web Finito, Pablo Jaramillo, el líder de la casa Jaramillo –que ocupa actualmente a la Gobernación- reveló las circunstancias con las que Gaviria negó el aval al aspirante Juan Miguel Galvis -que representaba la continuidad del proyecto de su padre, el gobernador Roberto Jairo Jaramillo-. “El requisito era pactar con Luz Piedad Valencia y acercar a Atilano Giraldo al grupo. No estamos dispuestos a eso”, señala de manera tajante.
¿Sorpresa? Para nada. Estamos hablando de César Gaviria.
César Gaviria y Luis Carlos Galán
El monstruo de mil cabezas
César Gaviria Trujillo llegó a la Presidencia de la República de una manera particular, por decir lo menos, al recoger las banderas de un partido que había perdido su líder natural, Luis Carlos Galán Sarmiento. Durante las exequias del caudillo, su hijo le entregó la misión de terminar la campaña. Logró encaramarse al poder durante esas elecciones, y con él llegaron las políticas neoliberales que abrieron las puertas al comercio exterior; enfrentó la crisis energética con un impopular pero necesario racionamiento; suscribió la legislación que dio nacimiento a las EPS y a los fondos privados de pensiones; y fue el mandatario que esculpió su firma en la nueva Constitución en 1991.
Gaviria pudo pasar a la historia como otro ex presidente más, y asumir ese hálito dorado y en ocasiones inoperante, de quien es invitado a opinar desde sus glorias pasadas. Pero en 2011 fue elegido por la Constituyente Liberal como jefe único del partido, y desde ese momento se erigió como una ficha clave en decisiones nacionales de gran peso. También cimentó la carrera de su hijo, Simón, en la vida pública. Y no sin polémicas.
Es un secreto a voces que el ex presidente negocia favores con favores, y en varias ocasiones la recompensa tiene que ver con posiciones en el gobierno nacional: en 2019 atacó la reforma tributaria propuesta por Iván Duque, en un arrebato comentado en La W por el analista económico Alberto Bernal: “Yo leo en lo que dijo César Gaviria, que me parece una irresponsabilidad brutal, [algo] muy sencillo; básicamente le dijo al presidente Duque, a través de El Tiempo: ‘O le da un puestico a Simón, o le saboteamos, pues, este Gobierno’”, indicó.
Un comportamiento similar mostró Gaviria cuando decidió retirarle el apoyo a la campaña por la Presidencia a Gustavo Petro; el entonces candidato de la Colombia Humana sugirió en un trino que Gaviria le pedía el ministerio de Hacienda para lograr su respaldo. En 2022 el actual canciller, Álvaro Leyva Durán, señaló que Gaviria estaba intercediendo por Marta Fernanda Rueda Rueda, la hija de su secretaria privada, con el fin de que fuera nombrada en uno de los puestos de la entidad.
En una decisión sorpresiva, el aval liberal no le fue entregado a ningún liberal, sino a un tradicional miembro de Cambio Radical, el partido presidido por Germán Vargas Lleras. ¿Primeros pasos para una campaña presidencial?
¿Todo se trata de negocios?
Sabiendo quién es Gaviria Trujillo, la pregunta es por qué habría de esperarse que respetara los colores del partido que lidera. En un ejercicio de mera especulación, El Cuyabran Post plantea dos escenarios para entender cuál es el negocio detrás de esta jugada inusitada entre el líder nacional del liberalismo y el ex representante de Cambio Radical.
Una de los posibles escenarios puede venir antecedido de doce ceros: el tan comentado billón de pesos que la administración que Roberto Jairo Jaramillo gestionó o puso en ejecución, no ha terminado de invertirse. El sucesor en el primer cargo administrativo del Quindío va a recibir una billetera particularmente gorda y en sus manos estará la correcta aplicación de este presupuesto… o la no culminación de lo iniciado por la actual administración y su destinación a otros propósitos.
Existe otra conjetura: que el negocio sea por los recursos. La tierra, el agua, incluso el subsuelo, pueden estar en los planes del ex presidente. Y como la politiquería, más que la política, funciona prestando y luego cobrando, podría en un futuro próximo y de quedar electo su elegido, hacerse con varios de los predios más valiosos del país en desmedro del medio ambiente y de las comunidades que habitan el Quindío.
Esas serían las consecuencias de que el ‘negocio’ se mezcle en un ámbito como la política, en donde la sola palabra debería estar vedada. Gracias al ‘negocio’, César Gaviria ha traicionado los mismos ideales del liberalismo y que (lo lamento por las reacciones que va a suscitar este comentario entre las personas de bien) se acercan más a una izquierda, que a la derecha a la que se ha acomodado la colectividad desde el Frente Nacional. Gracias al ‘negocio’, César Gaviria ha desbaratado la unidad partidista en el Quindío, con personajes como Luz Piedad Valencia y Anuar Oyola, pasando por facciones cercanas a Mario Castaño como la liderada por Sandra Bibiana Aristizábal y su hermano, movimientos que tampoco lograron el aval pese a aspirar a él de manera legítima (el diputado Jorge Hernán Gutiérrez y su padrino político, Luciano Grisales) y la Casa Jaramillo. Gracias al ‘negocio’, un natural de Cambio Radical va a encarnar los intereses del liberalismo en las próximas votaciones. ¿Qué queda del partido? Un descolorido trapo rojo ondeando en una casa en la Caracas con 36, allá en Bogotá.