Silvana Rubertone lleva viviendo unos 23 años en Colombia, luego de migrar desde Argentina. A la distancia y a través de lo que le cuenta su familia paterna, en su nación de origen, se ha podido hacer a la idea de lo que significa la llegada a la presidencia de Javier Milei. “Aunque puedo decir que soy de izquierdas, estoy feliz con su triunfo”, dice con algo de timidez, “mirando el panorama a través de los años de mi país y la situación económica de mi familia -que viene atravesando situaciones muy duras- pienso que fue una muy buena opción”.
Nada que objetar. Sobre todo porque no es lo mismo opinar desde la barrera. A Silvana le tocó en su natal Buenos Aires, el gobierno de Carlos Menem. Críticas más o críticas menos, algo hay que abonarle: logró equiparar el peso argentino con el dólar en un momento (otro) de hiperinflación; una señal inequívocamente positiva de que la economía iba bien, aunque para lograrlo acudió a privatizar las empresas del Estado. Luego la economía sufriría de variaciones extremas, como si de una pelota rebotando se tratara: el corralito decretado por Fernando de la Rúa; la cancelación total de la deuda externa con el pago efectuado por Néstor Kirchner y la correspondiente adquisición de un pasivo por más de 9.500 millones de dólares; el incremento del gasto social y los subsidios por parte de su viuda, Cristina Fernández; y la suscripción de Mauricio Macri de un nuevo crédito stand by con el Fondo Monetario Internacional, alcanzando una cifra inédita en este tipo de operaciones en el organismo multilateral: 57 mil millones de dólares.
Para cuando llegó Alberto Fernández, no había mucho para hacer. La superinflación se comía a la Argentina, las respuestas no satisfacían las necesidades de la época, y los cambios sucesivos en la cartera pertinente no ayudaron. En plenos comicios, Sergio Massa enarbolaba las banderas del kirchnerismo pero la baja popularidad de su gestión como ministro de Economía no le ayudó. Y alejado de una derecha débil por el flojo gobierno de Macri (su último residente en la Casa Rosada), empezó a ascender, en medio de frases desafiantes, actos teatrales y promesas de difícil cumplimiento pero gran efectividad mediática, la figura de Javier Milei: un economista que había logrado algo de visibilidad por su trabajo radial y televisivo.
Soluciones desesperadas
Una escena: un camión de basura espera a que abran las puertas del relleno sanitario. Detrás de él esperan familias, que ansiosas, corren al lado del vehículo una vez se habilita el ingreso, para buscar en los montones de desechos, alimentos que aún se puedan consumir. No es ficción: el conductor es cercano a la familia de Silvana. Los arriendos –que siempre han sido costosos en Buenos Aires- se contratan a un mes, con la certeza que el canon cobrado subirá ostensiblemente en menos de 20 días. Incluso la carne se convirtió un lujo. Y estamos hablando de la Argentina.
“El porcentaje de pobreza es como del 45%”, explica, “yo de política o economía poco sé, pero como ciudadana, creo que lo que hizo Cristina fue llenarse los bolsillos. No podría afirmar que cumplió con los logros sociales, porque si lo hubiera hecho, no estaría la situación del país como ahora. Macri endeudó al país de manera innecesaria, podrían haberse evaluado otras alternativas. Y el pecado de Alberto Fernández fue ser un títere de Cristina”.
-¿Y no te dan miedo esas medidas extremas de las que habla Milei?, le pregunto.
-Hay gente que dice que les va a vulnerar los derechos, pero son los que viven del Estado, que sus días son levantarse y esperar el subsidio. La gente en edad productiva y que vive de las subvenciones es mucha. En gran proporción, la mano de obra calificada recae en migrantes, e incluso de mi generación fueron pocos los que estudiaron una universidad, pese a que es gratis para los nacionales. La gente no trabaja, no estudia, no cotiza en pensiones.
Sin embargo, la culpa va en doble sentido, aclara, si se tiene en cuenta que el ingreso promedio de un profesional lo consume todo en sus gastos y se queda corto. Esta dinámica sin duda ha generado altos niveles de insatisfacción que explican la elección de un candidato al que, si calificamos como estrafalario, seguro no exageramos.
“Lo que ha hecho Milei ha sido exacerbar la insatisfacción y apuntarle a los sectores que necesitaba para ganar la presidencia. Claramente no está declarado como de izquierda como los peronistas y kirschneristas, pero tampoco es amigo de Macri, aunque escuché que su gabinete será con sus antiguos ministros porque no tiene equipo”. La opinión la firma Nicolás González Botero, profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales. “Le dio un discurso a cada uno de los sectores ante la crisis total; propuestas que llamaran la atención. Difícilmente creo que las vaya a alcanzar en su gobierno porque lo que está pasando es un problema es estructural, con una institucionalidad dedicada a la financiación de los déficits fiscales de un país que ha extranjerizado su economía y sus tierras”.
En deuda de un cambio social improbable
González Botero pone en una balanza la situación actual del país con las propuestas del mandatario entrante: Resolver un problema tan complejo requeriría de políticas de choque contundentes. Pero esto podría generar un movimiento de inconformidad social total. “Si no hay creación de empleo y formación empresarial, no habrá quién capture esas personas que van a quedar desamparadas con la falta de subsidios estatales. Y al ser una comunidad acostumbrada permanentemente a subsidios, se va demorar para entrar a un ciclo económico donde tengan que cumplir horarios, estar bajo la supervisión de una empresa y entregar su tiempo por dinero. Pueden llevarse más de 10 años”.
También será una cuestión de paciencia y trabajo constante el cumplirle a uno de los sectores que lo llevaron al triunfo en las urnas, como lo son los hombres jóvenes de entre 16 y 25 años, que se sintieron identificados por esta nueva figura, justamente por oponerse a un progresismo radical que incluía la garantía de derechos a comunidades ajenas a ellos.
“Los análisis hablan de un voto en contraposición a un ultrafeminismo que se ha generado en los últimos años. Los jóvenes están cansados de que a las mujeres no se les pueda decir nada en la calle, que sea imposible entablar conversación con ellas, que ceder el puesto en el transporte público sea sinónimo de indignación. El caso es que el tema del feminismo no se cambia con políticas de Estado, sino que se debe incorporar en la sociedad. Eso no lo cambia un presidente, salvo que instaure unas políticas de corte fascista de otra magnitud”.
La reducción del Estado propuesta por Milei
A Silvana le parece razonable la propuesta de fusionar ministerios: de un gabinete de 20 carteras, pasaría a 8. En este revolcón desaparecerían, por ejemplo, los de Salud, Desarrollo Social, Mujeres, Educación, Ambiente, Turismo y Deportes, y Cultura. Y muchos de estos serían absorbidos por un súper ministerio llamado Desarrollo Social, Educación y Salud.
¿Cuáles quedarían? Economía, Justicia, Seguridad, Defensa, Relaciones Exteriores, Infraestructura, e Interior. “Van a desaparecer algunas dependencias, pero no dejarán de existir. Incluso la que se anunció como su vicepresidenta, Victoria Villarruel, ha hecho ya análisis de las condiciones de los hospitales públicos y privados, y encontró que no tienen lo mínimo para una atención de calidad, por lo que pretende mirar alternativas para mejorarlas. Hacer el recorte desde arriba me parece razonable, incluso recortar los presupuestos para proyectarlos a nivel social sería una buena estrategia”, indica.
La estrategia, sin embargo, pondrá en riesgo su capital político, subraya González Botero. “Tendrá que negociar muchas de las propuestas con un Congreso que no es afín, para montar un montón de reformas difíciles de entender, como el desmonte del Banco Central, que para mí ha sido la parte más álgida, porque perder el derecho de señoriaje y someterse a los designios de la economía mundial a través de una moneda de intercambio como el dólar -que está proyectada subir y bajar en los próximos años por los problemas internacionales- es un riesgo bastante alto. O estará pensando convertirlo en un paraíso fiscal como Panamá o Mónaco, que tiene sus monedas indexadas al dólar y son lavadores de plata a través del gasto del Estado”.
¿El efecto Milei podría golpear a Colombia?
Este punto, agrega, exigirá “el desmonte de instituciones que llevan muchos años, herederas de los procesos de corrupción surgidas después de las dictaduras y de un socialismo bastante desorganizado”. Y es precisamente ahí, donde esta historia conecta con Colombia, como lo anota el especialista: “Si el gobierno de Gustavo Petro no logra convencer a la población que lo que hace es en favor de la ciudadanía y que ayudaría a la desigualdad, se va a montar un loco tipo Milei con un discurso populista de mano dura, que es lo que nos gusta: que nos digan lo que hay que hacer porque estamos perdidos con lo que está pasando en el país.
Los ecos de un libertario en el poder ya empiezan a sentirse. Así como varios aspirantes a cargos regionales tomaron como modelo a Nayib Bukele para acercarse a su modelo de mano dura, no sería raro que en los próximos años aparezcan pequeños Milei en el panorama nacional: María Fernanda Cabal ya ha mostrado su simpatía por VOX, el movimiento español de ultraderecha, y el coletazo de una muy posible reelección de Donald Trump en Estados Unidos se sentiría con fuerza en las próximas presidenciales.
Aunque con Colombia nada es como parece, como lo define González Botero: “En el continente Colombia siempre ha sido el diferente. Mientras sus vecinos han girado hacia la izquierda, Colombia radicalizó la derecha. Y cuando el resto se ha pasado a la derecha de manera más prominente, Colombia tira a la izquierda. Siempre pareciera estar sola en el continente, sea porque llegue tarde o porque esté adelantado. Ha sido el tapón de todo en la geopolítica regional cuando se quiere que no haya hegemonías en el continente”, concluye.