Generaciones de padres y abuelos, así como la nuestra propia, sabemos de lo que hablan cuando nombran a la familia Castañeda. El desfile, que por lo general tiene lugar en la programación de las fiestas aniversarias de municipios incrustados en la cordillera, es una celebración en tono circense de esa cultura montañera, representada en personajes arquetípicos que buscan reflejar una visión general de lo que se supone es un pueblo.
Pero debería ser más. Porque en su parte más implícita, las familias Castañeda guardan una historia de derechos humanos, de emancipación femenina, de liberación. Y por sobre todo, rescatan y agradecen a una mujer que se enfrentó a las convenciones sociales de su tiempo, demostrando una gallardía y fortaleza de hierro. Doña Javiera Londoño de Castañeda lo desafió todo, y se convirtió (aunque la historia siga siendo ingrata con ella) en una de las primeras liberadoras de esclavos.
“Nos sorprendió darnos cuenta de que casi no se habla de esta historia, pese a ser tan significativa. Ella fue una rebelde en su época, porque venía de una familia de esclavistas”, me cuenta Julieta Villalba Farfán, maestra en arte dramático de la Universidad Central de Bogotá en convenio con el Teatro Libre, y actualmente docente de teatro Instituto de Bellas Artes de la Universidad del Quindío. Los valores que representa su nombre, son precisamente lo que llevó a que, de la mano con su grupo de estudiantes en el curso especializado de teatro que imparte, se interesara en llevar su historia a las tablas. La obra ‘La Libertadora’ se estrenó en Montenegro, y tienen fechas ya programadas hasta noviembre en varios municipios, pero justo este martes 8 y miércoles 9 de octubre se presentará en la Universidad del Quindío con entrada libre.
-‘La Libertadora’ es de autoría propia, entre Wilmer Monroy (uno de mis estudiantes) y yo, y nos pusimos este objetivo porque se quería hablar sobre las tradiciones de la región y una de ellas es la familia Castañeda. Cuando nos pusimos a investigar su origen nos dimos cuenta que es hermoso y decidimos hablar sobre esto.
Rompedora de cadenas
Hija de un militar y devota de Nuestra Señora de los Dolores, doña Javiera nació en cuna de oro a mediados del siglo XVIII: su familia era dueña de minas de oro y cuarzo en El Guarzo (hoy en día El Retiro, en Antioquia). Su familia, además y siguiendo la tradición y las buenas costumbres de la época, tenía en su poder una cantidad considerable de esclavos. 140, señala la historia.
-Hay muy poca información sobre lo que fue su vida. Lo que se sabe es que se casó con otro militar, Ignacio Castañeda, y allí adquiere su apellido de casada. Lo que la convirtió en el personaje que quedó en los libros de historia, es que fue la responsable de la manumisión o liberación, de todos.
-Supongo que estuvo muy mal visto en la época…
-Pues terminaron llamándola bruja, hereje, decían que se había vuelto loca, o que se le había ennegrecido el alma. La verdad es que desarrolló un vínculo muy fuerte con sus esclavos al punto de que se sentaba a tomar chocolate con ellos y aprendió a tocar el tambor en sus celebraciones. Pero lo que realmente molestó a la sociedad de la época fue que además de darles la libertad, les heredó sus propiedades.
Por razones que en esta época no entenderíamos, la opositora más fuerte a esta decisión fue la iglesia católica. No nos mintamos: los sacerdotes estaban acostumbrados a que sus feligreses más pudientes les regalaran casas, ganado o dinero a cambio de interceder por ellos a punta de oraciones. La negativa de don Ignacio y doña Javiera a tener hijos los hacía los candidatos ideales y suponemos desde El Cuyabran que el párroco se quedó esperando a llenar sus arcas (las de la iglesia) mientras veía con estupor que los esclavos, que no se consideraban personas, se volvían señores de un día para el otro.
-Cuando su esposo muere, ella busca hacer valer el testamento, pero lo impiden. Por lo general cuando se hacía una manumisión, era para uno o dos individuos, pero ella permitió que 140 adquirieran esta característica. Doña Javiera murió sin ver cumplida su intención, pero unos años después se les permitió, aunque creemos que las tierras no se las entregaron. Realmente en la obra nos tomamos algunas libertades, y permitimos que la protagonista fuera testigo de esto.
Progre en el siglo XVIII
-De ahí recibieron el apellido entonces… ¿pero el desfile de dónde surge?
-Pues lo que pasa es que ella les dejó una condición a sus emancipados, y es que le construyeran una capilla a Nuestra Señora de los Dolores y que hicieran cada año una misa. Pero cuando los antiguos esclavos llegaban a la misa, lo hacían vestidos como señores, con atuendos caros y ropa elegante, y al resto de la comunidad eso le pareció particular.
Suponemos que los primeros desfiles fueron en forma de burla de parte de quienes se creían superiores al vulgo. Pero tal vez el hecho de que no les hayan entregado los predios prometidos, junto con su carácter de ciudadanos, haya hecho que estas familias empezaran a dispersarse y a fundar poblaciones a lo largo de la cordillera y conformando lo que ahora es conocido como Antioquia. Y luego vino la colonización del Eje Cafetero. Incluso, esta tradición es habitual en Nariño, lo que podría sugerir el alcance de la migración de los Castañeda.
¿Inspiradora? La historia da incluso para más. Para Julieta, el hecho de que este suceso sea antes de Simón Bolívar, en una sociedad llena de restricciones, solo suma valor a la gesta de doña Javiera. A saber: liberadora de esclavos y pro derechos humanos, intentó distribuir la tierra (el germen de algo tan complejo hoy en día como una reforma agraria), decidió no tener hijos, e incluso destinó parte de su capital para la creación de escuelas para mujeres, en una época en la que se veía mal que aprendieran incluso a leer y a escribir.
-Algo que me llama la atención es la figura de su esposo. No cualquier hombre hubiera aguantado esto.
-Sí. Y sobre él se sabe aún menos. Parte de lo que queremos con la obra es también valorar su actitud, esa apertura a creer y respetar a su esposa, más allá de lo que la sociedad dijera. Eso lo tuvimos muy en claro e incluso, Wilmer como coautor en la escritura, decidió interpretar a Ignacio mientras yo soy Javiera en la obra.
La arquitectura de la obra teatral
Algo se me hace evidente mientras entrevisto a Julieta, y es el amor y compromiso de todo el grupo. Partiendo del proceso de investigación, que los puso a leer documentos jurídicos del siglo XVIII, pasando por el viaje de otra de las estudiantes a El Retiro (donde conoció el museo y la estatua con la que el municipio recuerda a esta primigenia líder social), e incluso la participación del esposo de Julieta en la dirección del cortometraje que acompaña a la obra.
Sí. Hay un cortometraje inmerso en la obra de teatro.
-En nuestro interés por llenar los vacíos de la historia, decidimos plasmar en video lo que podría haber sido la convivencia de los esposos, de la que solo se sabe que fue feliz. Entonces aprovechamos la experiencia de mi esposo Ernesto Ballén, que es actor de televisión, para grabar esta pequeña película en la casa museo Cipriano Echeverri, en Circasia.
-Sin estar muy enterado del estado del teatro quindiano, podría decirte que esta es una decisión innovadora, la de hacer una propuesta multimedia.
-Para nosotros esto también es nuevo, además de retador porque tiene sus complejidades técnicas, pero estamos tratando en nuestras obras de incluir todo lo que se hace en el instituto. Por eso tenemos música en vivo, danza y vídeo, además de teatro. -¿Crees que esto pueda abrir caminos en el Quindío? Digamos en propuestas de montaje o en temáticas… que haya alternativas (dudé en decirlo) al costumbrismo.
-El problema acá no es de iniciativa. Hay teatros pequeños que traen propuestas innovadoras como Casaparte, que sacan cosas con mucha propuesta desde lo visual y con temáticas que pueden ser incluso trasgresoras. Lo que pasa es que necesita más apoyo. Y sobre todo con más escenarios. Acá hacen falta teatros adecuados para este arte, con tramoya, silletería, camerinos. Es más cuestión de infraestructura que de iniciativa porque por ejemplo de mis propios estudiantes hay propuestas súper innovadoras que me sorprenden, pero la limitación por lo general es la infraestructura.
Así que ahí va el mensaje para los gobiernos. Y también para los privados, por qué no. Necesitamos de espacios que acojan las artes escénicas, que formen públicos, que cultiven las nuevas generaciones de dramaturgos, actores, bailarines, músicos y demás. ‘La Libertadora’ es la muestra de esto: una obra con una historia atrapante y valores artísticos que se entretejen de manera novedosa, para un público contemporáneo. Mientras tanto, esta semana puede convertirse en la oportunidad para presenciarla de manera gratuita, el martes 8 a las 10:00 a.m. y el miércoles 9 a las 7:00 p.m., ambas fechas en el auditorio de Ciencias Básicas. Y advierte Julieta que no estaría mal llegar con tiempo para alcanzar puesto, porque ya les ha pasado en ocasiones anteriores. Ojalá que siga pasando.