Hubiera podido irme por el lugar común y titular esta nota ‘Ivanna llega con la lluvia’, dado el torrencial que cayó una vez entró al café y mientras hacíamos la entrevista. Y hubiera quedado bien, de tener en cuenta que hablaríamos de un libro que habla de libros. Específicamente 200 títulos, de igual cantidad de países, y con el que Ivanna Muñoz Martínez, su autora, busca dar una guía sobre qué leer para entender un poco más de sus culturas, la identidad de sus pueblos, sus luchas y expectativas. Un ejercicio interesante, que aborda la literatura desde una perspectiva fresca, llevado a cabo desde una rama del conocimiento bien ajena, y con una metodología nueva.
-Soy ingeniera geógrafa y ambiental, y ahora estoy haciendo una especialización en analítica de datos, en Bogotá.
-¿Cómo es eso que una ingeniera termina interesándose tanto por los libros?
-Pues yo veo relaciones en toda parte. Uno piensa que la ingeniería, por estar más cercana a las ciencias exactas, está alejada de las humanidades, pero la interacción de lo geográfico en las letras hace que las narrativas, perspectivas e historias que nos cuentan, cambien dependiendo de su ubicación. No es lo mismo analizar en bloque las literaturas de África, de Asia o de Europa, que hacerlo teniendo en cuenta su contexto geográfico, que es el que moldea ese producto final de expresión artística.

-¿Cómo nació tu libro ‘Recorriendo el mundo en 200 libros’?
-Es el producto de una investigación personal y autogestionada que surge porque quería esta guía para mí; una inquietud que tengo desde que estaba en la universidad. Este año me decidí a hacerlo como libro. Entonces indagué sobre el país, su cultura, qué es importante para su gente, lo emblemático, los sucesos históricos, a través de conversaciones con personas nativas de esas nacionalidades, pidiéndoles recomendaciones, buscando en internet y herramientas bibliográficas…
Ok, me digo. Es cierto que la presunta separación entre las ciencias exactas y las humanas es una categorización más, entre muchas, que resulta superflua y que es más un cliché que una realidad. Y sin embargo, alguna historia debe haber detrás, que me explique el amor por la literatura en ella.
-Bueno, sí hay una historia. Todo empieza en la biblioteca de mi papá- confiesa.

El prólogo de esta historia
Me cuenta Ivanna que creció rodeada de los libros de su padre. Eso, junto con un desarrollo cognitivo más temprano, la llevó a explorar desde muy niña, historias diseñadas para edades superiores. Y afortunadamente. Porque ella misma se reconoce como una niña jodona: inquieta, dada a brincar y hacer bulla.
-Por eso me hicieron bullying toda la vida, más o menos hasta llegar a la universidad. Por eso los libros se volvieron mi refugio. Aprendí a seguir siendo igual sin que me interesara el qué decir de los demás, y me dieron las herramientas para seguir siendo yo, sin tener que buscar aprobación, ni sentirme inferior o avergonzarme por mis expresiones.
-¿Entonces cómo llegas a la ingeniería? Porque era más fácil decantarse por la vocación originaria…
-Creo que hay un fallo en el sistema educativo, y es que uno a los 16 años no sabe qué quiere hacer en la vida. Hay muy poco enfoque vocacional y cuando eres adolescente, a ti te gustan las cosas por cómo suenan, pero no se mide la intención, ni se confronta con las habilidades primarias y las fortalezas blandas.

La recién graduada dio tumbos ese primer año luego de salir de la secundaria. En la Universidad Nacional tuvo la oportunidad para ir a presentar los exámenes para derecho, pero cuenta entre risas que se le olvidó y dejó pasar la fecha. Luego quería estudiar ingeniería naval, pero era algo que se escapaba a sus posibilidades. Su familia la acompañó a Pereira y Manizales, sin que nada le convenciera.
-Entonces supe del programa de ingeniería geográfica, que apenas llevaba un semestre, vi el pensum académico y tenía cosas extrañas y atractivas como ecología, cartografía, sistemas de información geográfica… pero también de humanidades, de ingeniería y dije “esto tiene de todo, aquí fue”. Desde esa curiosidad innata, y desde esas falencias y carencias normales de mi edad me metí a la carrera.
-¿Cómo te sientes con la decisión?
-Me la disfruté, he aprendido un montón y me gusta mucho. Es una parte fundamental de mi formación, no solo profesional sino como persona, porque me ayudó a entenderme dentro del ecosistema social y natural, entender sobre mi entorno, los procesos de creación, lo geológico, qué necesitamos para obtener, por ejemplo, café, los procesos y líneas de producción. Me dio información sobre tantas preguntas que tenía. Pero el año pasado me dije: lo mío es la literatura.

Gran parte de la decisión de retornar al lugar feliz que representa para ella la literatura, se dio cuando ingresó a su especialización en analítica de datos, que a su vez la llevó a explorar el concepto de las humanidades digitales (el uso de la informática y las nuevas tecnologías para estudiar el desarrollo del ser humano en relación con su historia y cultura, de acuerdo con Wikipedia).
-Me pareció fascinante porque es aprender a leer otro lenguaje: el de la programación. Y es algo así como usar el Big Data para analizar grandes cantidades de texto. En este caso estoy abordando diferentes autoras como Gabriela Mistral y Clarence Lispector, para identificar, por ejemplo, cuántas veces se repite la palabra maternidad y contrastar el hecho con el contexto histórico y social de la época. O mirar las estructuras gramaticales empleadas y hacer correlaciones.
Sin embargo, ‘Recorriendo el mundo en 200 libros’ parte de sus propias inquietudes. Y como se habrán dado cuenta, cuando algo se le mete en la cabeza a Ivanna, la única manera de resolver es haciéndolo. Entonces, a lo que vinimos: vamos a hablar del libro.

¿Qué más propia se puede sentir una obra?
‘Recorriendo el mundo en 200 libros’ es un compendio bibliográfico que reúne títulos representativos de 200 naciones. El criterio para haber sido incluidos en la compilación es estar ambientada en estos países, en su mayoría escritos por autores originarios y que tocan temáticas referentes a sus nacionalidades.
-La idea era encontrar obras de gran calidad que estuvieran traducidas al menos al inglés, para que el lector pueda acercarse a ellas con más facilidad. En algunas culturas no había este tipo de obras porque la tradición es más oral, entonces se tomaron recopilaciones hechas por estudiosos; no se cerró exclusivamente a obras de tipo novelas, sino que también hay ensayos y no ficción. El 85 o 90 por ciento son contemporáneas, entre 1945 al 2023.
La obra presenta en casi 140 páginas, reseñas de los títulos compuestas de una sinopsis, el año de la publicación, el número del ISBN (para ubicarlos más fácilmente en el vasto universo editorial) y la ubicación geográfica del país de origen. Un proyecto editorial que salió a la luz con 250 ejemplares, primero en Bogotá y luego en Armenia, la ciudad natal de la autora y gestora. Porque este es el resultado de la autopublicación.
-Hay cosas positivas de autopublicarse. Primero que todo, es algo que se siente propio y genuino porque surgió desde el propio esfuerzo. Pero también porque te ahorras un montón de decepciones: una vez voy a una librería muy famosa de Bogotá a preguntar cómo sería la vuelta para comercializarlo y prácticamente barrieron el piso conmigo, que yo quién era, que no era un libro sino un manuscrito, que aprovechara que no lo había impreso para desistir, que lo consultara con editoriales prestigiosas, que yo no era nadie. Fue la primera y única librería que consulté, pero no salí triste, sino que lo asumí de una forma positiva y como un reto.

Y es que Ivanna se hizo cargo de todo: la investigación, la redacción, la maquetación, las ilustraciones. La impresión salió de su bolsillo. Y como sumercé, señor lector, debe estar infiriendo, la venta la hace directamente a través de sus redes o al 319 587 3585, por 70.000 lukitas.
-Me deja pensando cuántas personas desisten de su sueño de publicar porque tocan las puertas a librerías y editoriales, y salen con su sueño destruido. Desde el amor, el afecto y el propio esfuerzo, lo que se recibe después de autopublicarse siempre va a ser ganancia. Por eso en la página de agradecimientos me menciono a mí misma tres veces. Uno se tiene que echar todas las flores, hay que amarse por hacer las cosas que no parecen fáciles.
No podemos estar más de acuerdo. En un mundo de vacas sagradas, de intereses corporativos, de presunta superioridad intelectual, los proyectos personales hechos con amor y convicción deberían ocupar una parte importante de nuestros consumos. Y ante la adversidad, hacer como Ivanna ha hecho siempre: concretar las ideas locas, porque son esas las que cambian el mundo.
Estuve en el lanzamiento de su libro en Armenia, aplaudo su disciplina y compromiso con ella misma. La realización de su proyecto de principio a fin es de admirar. Éxitos para esta joven Quindiana , nacida en Armenia dónde si hay talento.