¿Qué nos hace darle play a lo macabro?

¿Qué nos hace darle play a lo macabro?

Llega Halloween y las carteleras de cine, las plataformas y los canales se llenan de películas de terror… como si no las tuviéramos disponibles todo el año. Aun así, de manera consciente o inconsciente, en esta temporada los mil y pedazo de subgéneros que componen esta vertiente se convierten en un éxito en cifras de visualización: el machete para los estudios y distribuidores.

Es más, en El Cuyabran también caemos en la misma trampa, porque realmente nos gusta hablar de cine. Y por eso, en lugar de hacer recomendaciones desde un punto de vista absolutamente subjetivo, decidimos ahondar sobre lo que representan estos filmes, que son de amores y odios. Mario Vargas Capera es historiador egresado de la Universidad Nacional (sede Medellín) y actualmente docente de una institución educativa pública en Ciencias Sociales en Cali. Pero también se le recuerda mucho en Armenia por haber coordinado diferentes cineclubes y foros en espacios como Katarsis, de la universidad La Gran Colombia por un espacio de 10 años, o en La Galería Makerspace de la mano de Danilo Bocanegra.

“Desde pequeño tenía ese interés y curiosidad por las imágenes en movimiento, pero la etapa en la que adquirí mayor bagaje fue en Medellín, una ciudad muy fuerte en crítica y apreciación cinematográfica, en espacios como el Colombo Americano y su revista Kinetoscopio, el Museo de Arte Moderno, la cinemateca de Antioquia, Confama… Digamos que en los últimos momentos donde todavía la oferta no había sido absorbida por las dinámicas de los cineplex, había sino que había salas independientes que presentaban películas interesantes y de otras latitudes. Fue el haber estado expuesto a tanto material lo que me abrió la mirada”.

La realidad de la época cambia al monstruo

-Hay personas que aman ver películas de terror, hay otras que dicen que no les asusta nada y unas cuantas ni siquiera pueden verlas porque no las resisten. Y eso que existe un montón de temáticas y tonos- le sugiero.

-Lo que pasa es, de acuerdo con la época cambia la concepción del monstruo, y es algo que se entiende desde el punto de vista del arte. La aparición del terror estuvo enlazada con una tradición del siglo XIX que es la novela gótica. Uno de los referentes que fundamenta gran parte de la iconografía es la novela ‘Frankenstein o el Moderno Prometeo’ de Mary Shelley, que sale en un momento en el que el paradigma científico estaba enlazado con la aparición de la electricidad y el electromagnetismo, y era ver cómo esa nueva fuerza desencadenada generaba otro tipo de inquietudes.

El recorrido que hace Mario por la evolución del terror hace referencia a los diferentes tipos de temores, surgidos del contexto real por el que pasaban sus espectadores: “Desde finales del siglo, Georges Méliès ya había incorporado figuras que tenían que ver con lo maligno y el inframundo en La Mansión del Diablo, en 1896, casi un año después de la primera presentación pública del cinematógrafo de los hermanos Lumière. En esa expansión de narrativas, un momento especial fue la adaptación libre y sin permiso de la novela Drácula, de Bram Stoker, que hizo Murnau con ‘Nosferatu’, que responde a un clima del cual el director era partícipe: el ocultismo que estaba en auge pasada la I Guerra Mundial, con un desencantamiento de las posibilidades del progreso y de la ciencia, y la aparición de otras búsquedas que tienen que ver con lo extraño, lo que no se explica lógicamente, diferentes tipos de arrebatos emocionales”.

Tratamos de hacer un paralelo: Luego de las bombas de Hiroshima y Nagasaki surge Godzilla (1954) en Japón y se replica en todo el mundo con arañas gigantes, criaturas mutantes y demás. En los 60 el clima de libertad y contracultura inundo las pantallas con sectas ocultistas (El Bebé de Rosemary) en una referencia difusa al caso de Charles Manson. En los 70 se ven acercamientos a la psicodelia (Suspiria) y a los asesinos seriales tan comunes en los noticieros (Halloween). En los 80 el body horror como respuesta al auge de las cirugías plásticas (el Cronenberg ochentero), en los 2000 a los zombies, como consecuencia de epidemias y emergencias sanitarias. Igual, no lo tomen al pie de la letra, en cada década se ven historias de diferente tipo. A lo que apunta Mario es que el monstruo cambia de acuerdo con las preocupaciones del zeitgeist o espíritu de la época.

El auge del Art Horror

Hasta no hace mucho, el terror seguía siendo un habitante constante de la serie B: presupuestos ajustados, malas actuaciones, decorados baratos. Con excepción a algunos títulos firmados por grandes directores (Hitchcock, Argento, Cronenberg, Mario Bava), el terror era visto en general como un género menor. Es cuestión de examinar, por ejemplo, cuántos filmes inscritos en esta corriente han logrado meterse en el listado de nominados de los grandes festivales o del premio Óscar.

Sin embargo, desde el inicio del nuevo milenio, y más puntualmente en esta segunda década, se ha vivido un revival de los subgéneros, en una corriente nueva, que no da por sentado las convenciones tradicionales, que busca valores artísticos superiores, y en definitiva, que no trata a sus espectadores como adolescentes en hormonas y sin poder para pensar.

-He sentido que, en lo que corresponde incluso al cine de autor, hay un interés que se viene dando en este siglo por revisitar los géneros, donde hay un diálogo verdaderamente vigoroso: por lo general el cine arte (palabra que no me gusta), ha estado fundamentalmente relacionado con el drama. Pero las miradas se han ido multiplicando, e incluso autores que eran reconocidos por su cercanía con el drama han ido abordando los géneros; inicialmente por el fantástico, aunque había antecedentes…

-Cómo cuáles- le pregunto.

-Por ejemplo con Ingmar Bergman y su película ‘La Hora del Lobo’, que uno la puede clasificar como terror y es de los años 60. ‘El Séptimo Sello’ podría caber dentro del fantástico. Cierta recreación de hechos legendarios en ‘El Manantial de la Doncella’ invitan a conectarse con elementos de extrañamiento.

Para el entrevistado, producciones hechas o distribuidas por productoras como A24 o Neón, Mubi e incluso en la periferia como la reciente ‘Donde acecha la maldad’, de Argentina, resultan interesantes, no porque no cumplan con las convenciones, sino porque les dan un giro particular. Algo que “enriquece el panorama”.

“Dentro de esta mirada que se viene dando, hay autores de mucho nombre que han coqueteado con el terror. Uno puede pensar en Lars von Trier con ‘Anticristo’, que traza un itinerario alrededor del género, pero articulándolo con búsquedas previas, por ejemplo, la presencia de lo extraño, las críticas a la burguesía, incluso la perniciosa influencia de la religión: diferentes artistas de gran calado han sabido responder a los resortes del género y ampliarlos, incluso jugar con ellos. O hacen relectura en diferentes claves, incluyendo inquietudes actuales como la diversidad sexual, diferencias de género y la manera en la que la verdad se trastoca o los bulos”, señala.

¿Etéreas o con comentario social?

Eso es interesante, le confieso. Siento que de un tiempo para acá no es el simple ejercicio de dar miedo, sino que se trata de tener un comentario social, como en ‘La Sustancia’, que habla de la presión hacia mujeres y algunos hombres por encajar en el estándar de belleza aceptado por la industria, o Get Out, de Jordan Peele, que anida sus dispositivos psicológicos en el racismo. Y aun así, hay otras que solo pueden ser calificadas como etéreas: aquellas en las que, si lees el guión, no vas a encontrar nada miedoso, pero que sin embargo juegan con la atmósfera (El Sacrificio del Ciervo Sagrado, de Giórgos Lánthimos).

-Los realizadores siempre se han valido de una serie de elementos para cautivar a sus públicos, sea con la presentación de elementos que asustan (por ejemplo, una figura que puede ser una amenaza), o que puede estar representado en una atmósfera. Uno podría pensar que corrientes como el Giallo trabajó por centrarse no en la narrativa sino en la atmósfera. Esa visión europea se puede encontrar en Dario Argento y ‘Suspiria’, que es una forma muy estilizada de emplear el color o las formas para suscitar el miedo en la gente. Esa tradición se sigue desarrollando, esa capacidad de sugerencia en autores como Lynch, que pueden hablar un poco del absurdo, el inconsciente, lo misterioso, lo que no tiene explicación y que, si la hay, no te lleva a un lugar satisfactorio.

Sin embargo, hoy en día no es fácil hacer la clasificación: propuestas muy basadas en lo atmosférico, como Midsommar (con antecedentes en The Wicker Man), también te habla de un neopaganismo como respuesta a los errores del cristianismo, o La Bruja, de Robert Eggers, no se centra tanto en lo que sucede sino el ambiente de paranoia al interior de la misma familia, aunque para entenderla hay que entender la cosmogonía de los habitantes de la zona y la época en la que transcurre la historia.

-Se dan cruces… uno puede caracterizar ciertos títulos, pero a su vez, estos pueden jugar con ambas vertientes porque son muy libres, incorporándolos a relatos más amplios. Es saludable gozar de un rango tan amplio de posibilidades, pero es una situación que está muy fresca aun para caracterizarla, a veces para apreciar estas diferencias toca dejar pasar unos años, porque todavía son cuestiones en caliente. Pero también porque son preocupaciones urgentes, sean temores o incluso advertencias de hacia dónde se puede desbocar el mundo.

-Esta pregunta puede resolver la duda de muchas personas que no se sienten cómodas viendo terror ¿Cumplen estos filmes un rol parecido, entonces, con los antiguos cuentos de hadas?

-Pues hay unos resortes muy profundos en la cultura, y un elemento aleccionador en función de la educación. ‘La Sustancia’, por ejemplo, es una fábula con moraleja, sobre ser presa de los cánones de belleza y cómo estos te pueden llevar a situaciones muy dolorosas y alienantes.

Comprendido. Pero me devuelvo un poco en la entrevista. Si las películas de miedo reflejan las pulsiones de la época ¿qué nos espera hoy en día, en el que vivimos todas las distopías que nos habían mostrado cuando pequeños, pero en tiempo real en las noticias, como espadas afiladas por doquier, incesantemente, como lo dice otro filme (este de fantasía) Everything Everywhere all at Once?

-A lo largo de su historia la humanidad ha reflejado sus emociones, y es natural que siempre se manifiesten en el arte. No sabemos cuánto vaya a durar este reinado porque el ciclo de vida de los géneros hace que surjan, desaparezcan y vuelvan a inventarse, porque esto es pendular. Ya lo estamos viendo con el cine de superhéroes, que parece resistirse a su agotamiento. Justamente, empezamos hablando de Nosferatu y este año Robert Eggers estrena una nueva versión. Siempre habrá una manera distinta de ver los miedos, y siempre aparecerá otro tipo de circunstancias que terminarán asustando a la gente y motivándola para ir al cine.

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