La ruta a la periferia marca un camino de 10 años para Lucio Feuillet

La ruta a la periferia marca un camino de 10 años para Lucio Feuillet

Hace un tiempo, hablando con un amigo que tiene el interés por incursionar en la música popular, me contaba del mecanismo que ha permitido saturar el mercado con canciones predecibles: el artista se contacta con alguno de los grupos de productores en Pereira, les manda la letra por Whatsapp, transfiere el dinero a una cuenta y los productores la acomodan en una de las varias plantillas musicales que tienen prediseñadas. No me cabe duda que en Medellín la cosa funciona de manera similar con el reguetón.

Por eso resulta un lujo ver un cantautor que se suba al escenario, armado con sus propias composiciones y ofrezca un show poderoso, emotivo y capaz de levantar a la gente de su asiento para cantar a pulmón y bailar. Un show como el que Lucio Feuillet ofreció este sábado 16 de noviembre en la Casa Museo Musical del Quindío. En medio del entorno cálido que ofrece este escenario, liderado de manera quijotesca (perdón por la frase tan manida) por Álvaro Pareja y Martha Cecilia Valencia, el artista se presentó a una audiencia pequeña pero con el corazón receptivo, blandito, incluso en ocasiones “dolidito y achilado”, como dice ‘Una Pena’, el tema con el que lo escuché por primera vez hace unos 5 o 6 años.

-Tenía esa deuda, de plasmar en un disco esto que habitualmente hago: coger mi guitarra y defender las canciones solitas- me cuenta -Para mí es hermoso, porque es una condición diferente y la gente no conoce mucho este tipo de conciertos; a veces queremos la banda, la sonoridad fuerte, y tener solo una guitarrita y la voz es retador, es muy lindo hacerlo. Eso es lo que propone ‘Mínimo Infinito’.

El brillo en la mirada con el que enfrentó su presentación persiste en la entrevista cuando habla de su más reciente álbum. Lucio, uno de los artistas folk más importantes del país, uno de los abanderados de poner de moda entre los jóvenes la música andina colombiana apareándola con gracia con el indie, me habla con una copa de vino en las manos, los pies cruzados y una timidez que me parece encantadora. Debería ser yo el que me sienta amedrentado por la oportunidad. Nacido en 1984 en Pasto descendiente de un bisabuelo francés del que no habló mucho, Lucio viajó a sus 18 años a Bogotá a llevar a cabo sus estudios. Fue en el caos y la violenta belleza de la capital, que el artista maduró su propuesta, alimentada siempre por su tierra natal.

“Del parche de Matik Matik”, comenta “Allá nos la pasamos a ver conciertos alternativos bien bonitos. Está re presente”.

La juntanza inesperada

Matik Matik. Tal vez el bar más experimental de Bogotá, si se tiene en cuenta el espectro sonoro que compone su oferta de conciertos (jazz, rock, electroacústica, música de cámara, improvisación libre, noise, canción melodramática experimental, instalación sonora, hip hop y tropicalismos inverosímiles, enumera en este artículo Vice). Un animalejo raro para la capital, su propuesta sería inviable en una ciudad como Armenia. Por eso el público salió ganando en el concierto de Lucio Feuillet, al convertirse este en una especie de encuentro de varias de las figuras musicales más relevantes hoy en día.

Al cartel, que ya había anunciado la presentación de La María y el Kminante como teloneros, se le empezaron a sumar invitados inesperados. Porque, luego de abrir su repertorio con una sensible interpretación de ‘Una Pena’, y luego encender los ánimos con ‘La Cumbia del Trabajo’, Feuillet invitó a subir a tarima a La Muchacha, convertida en la voz de cientos de jóvenes inconformes por la respuesta del Estado en el estallido social de 2021.

-Isa me escribió hace como 4 días que estaba por acá y que caía y yo no lo podía creer, es increíble: La Muchacha es una hermana de la vida, la amo y es una de las artistas más poderosas que tenemos y siempre que podemos encontrarnos nos juntamos; fue una sorpresa linda cantar con ella.

No fue la única sorpresa. Luego subirían al escenario Alejandro Gómez Garzón (ganador en 2006 del International Songwriting Competition), Verónica Atehortúa (la mitad de La María y el Kminante), e incluso, como la cuota local, la dueña de la Casa Museo, Martha Cecilia Valencia, con quien cantó ‘El Miranchurito’. En algún momento me acerqué a mi acompañante y le dije en voz baja: “Me siento viendo un unplugged de MTV”.

La ruta bien adentro

-¿Cómo llegó la posibilidad de presentarse en Armenia?- le pregunto.

-El año pasado hice una gira llamada ‘La Ruta bien Adentro’ en Bogotá. Los lugares que se frecuentan en el circuito cultural por lo general están están en los mismos sectores, como Chapinero o el centro, pero es una ciudad inmensa y yo tenía esa deuda de tocar en Bosa o en Suba. De ahí nació la idea de ir a esos sitios que uno no frecuenta tanto y llevar la música, que es algo que hay que brindar, qué ofrecer y a veces nos quedamos esperando a que nos inviten a algún festival. Pero no nos podemos quedar esperando toda la vida, tenemos que ir a conectar al barrio. Partiendo de este concepto, este año que estoy cumpliendo 10 años de carrera me dije tengo que hacer esa ruta que siempre me he soñado, pero por el país.

Su travesía en este tour lo ha llevado a la misma periferia, si de un artista construido en la capital se trata: Túquerres, Ipiales, Tumaco, Cali, Popayán, Ibagué, próximamente Medellín y Bucaramanga. En la planificación, Lucio ha contactado amigos para ayudarse con la logística. Ahí fue cuando habló con Lorena Aristizábal, de Casa Matriz (a quien le prometemos un artículo pronto), y que fue quien lo trajo a presentarse la primera vez en la capital quindiana. Y en su búsqueda por encontrar un escenario, la gestora cultural logró hacerle un hueco en la agenda en la Casa Museo Musical; el sitio perfecto, primero porque ya tiene la logística para recitales, y segundo, por la atmósfera íntima y cálida de la construcción.

-Es una gira para conectar con las regiones, con tantas personas cercanas a la música, o incluso con públicos nuevos. Es una labor de ir sembrando y si uno lo hace con juicio, los públicos irán creciendo. Es una misión que hay que hacer mucho más.

-Supongo la sensibilidad que tenemos los públicos de la cordillera son diferentes a los de la costa…

-Total (ríe), tenía a la costa en la agenda, pero no logré cuadrar ninguna fecha para esta gira, que además se estaba volviendo muy larga. Igual hay que hacer el ejercicio. Estuve en Tumaco, por ejemplo, y fue precioso: éramos solo 18 personas, pero fue hermosísimo, cantando con artistas de la región; en esa diversidad se puede aprender y crecer muchísimo. Hay que hacerlo mucho más, y espero para la próxima poder tocar en Cartagena, Barranquilla, Santa Marta… diferentes lugares.

10 años de carrera

-Me gustan estos formatos tan personales e íntimos. Es un reto, tanto para el público como para mí, el que primen la palabra, el verso, incluso el error y el olvido: al salir a la tarima me di cuenta que había dejado la agenda y me tocó devolverme y salir una segunda vez. Esas cosas son muy bonitas en estos tiempos de tanta sobresaturación y tecnología. Me parece importante volver a lo simple: por esto es el ‘Mínimo Infinito’- reflexiona.

Y es que este, su más reciente álbum fechado en 2023, propone eso: canciones construidas sobre guitarra y voz, que suenan igual en grabación que en vivo. Para esto, el cantautor se rodeó de grandes músicos con los que comparte créditos: Las Añez, Briela Ojeda, Andrea Echeverri, Santiago Cruz, la quindiana Victoria Sur, La Muchacha, Marta Gómez, Catalina García (de Monsieur Periné), el argentinoestadounidense Kevin Johansen… Un contenedor de 21 tracks, siendo el más largo hasta el momento en su carrera.

Porque si ‘Mínimo Infinito’ le apuesta al minimalismo, su predecesor ‘Bailando Bailando’, de 2021, es lo contrario: el jolgorio de Negros y Blancos es el envoltorio de composiciones propias y un par de versiones de la música tradicional nariñense como el ‘Son Sureño’ o ‘La Guaneña’. “Fue una fortuna jugar con los formatos, con la fiesta y el carnaval”, indica. Necesario entonces, hablar de ‘Provinciano’, el álbum que comenzó todo en 2017, y que lo puso en el reflector de las figuras promisorias con esa mezcla de indie y música andina en temas como ‘Sangre y Tierra’, o la dolorosa ‘Tiempo’: música para sentarse con un café a ver llover mientras afuera en la calle las torres de ladrillo y los buses biarticulados rojos configuran un mosaico con los cerros Orientales.

Le doy las gracias al artista por sacarme ese tiempito; sus amigos lo esperan mientras arman parche para celebrar después de un recital que para todos fue especial. Su audiencia puede que no sea masiva (acá no llega el patrocinio de las licoreras ni el camión de La Mega), pero vaya si lo quieren. Y esos seguidores son los que más valen porque no cambian al ritmo de las modas y de quien sea el artista del momento: a nuestro muchacho lo llevamos en el corazón porque se lo ha ganado.

Lucio para Dummies

Somos conscientes que ayudamos a formar público. Entonces para los que hayan quedado picados con la nota y quieran una manita ayudadora para incursionar al Lucioverso, acá va un listadito de canciones del susodicho y admirado.

Una pena

Folclor para decepciones urbanas. Una canción que enamora con sus ecos andinos entremezclados con una nostalgia citadina y contemporánea, adornada por el hablado pastuso que la llena de legitimidad. Aparte, un video que es una obra de arte y del que tenemos que aceptar, usamos como inspiración para varias de las gráficas que acompañan esta nota.

Sangre y Tierra

Un himno de amor a su terruño, Sangre y Tierra ve la luz en su primer álbum, mostrando una diestra interpretación de un rock indie, dando respuesta fuerte desde los Andes colombianos, a bandas canadienses y estadounidenses que inundaron el mercado en esa época.

Sed

El Lucio más rockero. Sobre un pulso frenético y ansioso, el autor hace una crónica desesperada de la manera en la que la humanidad ha desgobernado el planeta pensando que lo estaba gobernando.

Corazón equivocado

El desamor mezclado con la aceptación de que lo mejor para ambos es separarse. Un track que reemplaza el rencor tan habitual en estos cortes por un espíritu de independencia emocional, de irse y dejar ir al otro, cuando no hay nada más por qué pelear.

El tuerto Agustín

Tal parece que está dedicada a su amigo Edson Velandia: lo sugirió en el concierto, lo sugiere en la letra, y podría ser un abrazo a la distancia con el otro gran cantautor de la Colombia actual. La progresión lograda en su guitarra recuerda al mejor blues. Ah, y viene con Andrea Echeverry.

Tiempo

Esta canción duele.

Canción pequeña

Abrirle el corazón a quien lo merece, de la mejor manera: con detallitos de corazón, que por lo general parecen anodinos y baratos, pero que van cargados de amor del verdadero. Un temazo, en esta versión con Santiago Cruz.

Poción secreta

Si hay ejemplos de cómo fusionar dos artistas en una obra, logrando que suene a ambos sin que ninguno pierda su identidad, este tema podría estar en la lista. Una canción traviesa, divertida, lúdica, como para hacerse cosquillas debajo de la cobija con esa persona.

Nunca callar

La indignación por años de injusticia y la represión injustificada de unas autoridades que salieron con la orden de erradicar toda forma de rebeldía, alimenta esta canción de guerra. Elegimos la versión con La Muchacha porque… ajá… es La Muchacha.

Baila pegado, baila sueltico

El espíritu de la liberación enmarcado en el carnaval andino, que comparte elementos desde Nariño hasta las tierras chilenas. Pura emancipación del espíritu.

La guaneña

Todos hemos oído este himno, cantado, dicen, en las tropas de la época de la independencia. Pero esta versión es otra cosa: es recuperar el fuego de una canción convertida en paisaje.

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