Confieso que para escribir este artículo me sumergí en la obra de García, el músico quindiano que en cerca de 8 años ha logrado acumular una variada y abundante producción. Una obra que goza de una alta factura, al nivel de los artistas top del país, con la particularidad de que su centro de operaciones es Armenia. Una apuesta fuerte en un mercado copado por regiones con más experiencia en esto de la industria musical, y que gracias a la experiencia, el músculo financiero y la capacidad instalada (dígase estudios de grabación, managers, publicistas, medios especializados, asesores de imagen y demás armatostes) tienen mayor participación en los charts comerciales y los canales de difusión.
-Armenia es mi residencia y quiero que sea el centro de operaciones siempre. Para mí el objetivo está en que, por encima de lo que soy como artista, estoy buscando convertirme en el primer referente musical a nivel nacional e internacional de la región- me confiesa.
No lo malinterpreten. Soy testigo que no habla desde el ego.
-Afuera hay muchos artistas muy importantes como Roberto Munard, Victoria Sur, Akash, la misma Catalina García, que tiene raíces quindianas. Pero ellos hacen su proceso desde otro lugar, y siempre he pensado que lo que le falta a Armenia es un referente; el que sea, así no sea yo. Los creadores de la región necesitan ver una sola persona que lo logre para poder decir: si él lo hizo, yo puedo hacerlo.

-¿Pero no hace falta toda la infraestructura detrás para sacar adelante un movimiento que golpee fuerte en el gran mercado?
-Una cosa jala la otra. Si aparece una persona que empiece a abrir el camino, eso se empieza a ir como por un embudo. Si me preguntas qué haré a mis 55 o 60 años, además de seguir componiendo e interpretando (me moriré haciendo música), me encantaría tener un sello desde donde uno pueda ayudarle a los artistas, hacer eventos, aportarle a la industria de otra manera.
Esa fe en su tierrita cafetera es algo que nació con el tiempo, con los golpes de la vida y con los redescubrimientos. Están visibles en su producción; esa que me absorbió al momento de explorar su trabajo y que, entre sus álbumes y EP de estudio, sus en vivo, sus complejos documentales en vídeo, me envolvió en una experiencia 360.

De la eclosión al resurgimiento
-¿Quién era García antes de ser García?
-Productor musical. Lo sigo siendo, pero antes era de tiempo completo. Estudiaba guitarra clásica, llevaba más de dos décadas en el mundo de la música, pasando por muchas etapas. Pero creo que puedo definir la historia previa por mi paso por Tripulante, una banda compuesta por puros cuyabros viviendo en Bogotá. Tocábamos música latina influenciada por la electrónica, más tirado a un Miami Sound Machine, un poco de Moenia o de Belanova. Sin embargo, unos años después la banda se acaba.
La realidad es un factor que tiende a resquebrajar fácilmente los sueños. Más en Bogotá, que contrapone el hecho de ser la mejor plaza para impulsar un proyecto así con la dureza de la cotidianidad, los altos precios, la complejidad de la vida diaria. A Tripulante le pasó: algunos de los miembros todavía dependiendo de sus padres, uno más buscándole la comba al palo para poder sobrevivir, y García reventándose para sostener el estudio, pagando arriendo, abriendo un hueco para tapar otro. En el momento en el que la banda explotó, el productor y guitarrista descubrió que estaba en bancarrota.
-Quedé como en un limbo de dos o tres años. Por ahí en 2014 me tocó recoger los pedazos rotos y empezar a reconstruirme para volver a producir. Pero al trabajarle a otros artistas, muchos me decían que se me dificultaba zafarme de mi estilo; que todo sonaba a mí (ríe). En un primer momento pensé que era algo que corregir, pero luego caí en cuenta que era una de mis grandes fortalezas si empezaba a hacer mi propia música. Y la verdad sí sentía esa necesidad de hacer cosas propias.

Del centro a la periferia
Al momento de hacer esta entrevista lo encontré retomando su trabajo luego de la pausa de diciembre. Ya lo saben, ese lapso extraño en el que hay que sentarse a revisar qué quedó pendiente del año anterior para volverse a poner en sintonía. Nos sacamos un rato para hablar, entre la revisión personal de sus asuntos y una reunión con la banda.
-¿Por qué Armenia?- reflexiona -Quizás ya viví unas etapas muy pretenciosas en la música y todo salió muy mal… pasé a una época de la vida en la que me tiene sin cuidado el aparentar, el aspirar. Lo que busco es que mi gente se enganche con mi música y que está tenga la exuberancia necesaria para convertirse en algo digno de ser escuchado por muchos años, y que eso sea lo que se gane el reconocimiento. Yo solo quiero vivir tranquilo, hacerme un café en la mañana, ir a entrenar, leer libros, seguir haciendo música y salir a comprar el tomate y el cilantro en paz, y que no haya una tercera Guerra Mundial. Este año quiero desarrollar algunos proyectos de servicio a las personas; conozco al director de Bellas Artes, y aunque llevamos muchos años sin hablarnos, quiero contactarlo para ponerle a disposición el pequeño espacio de trabajo que tengo en la ciudad.
En ese retorno a la montaña que lo vio nacer y crecer, fue que la figura de García salió de los estudios, directo hacia los reflectores y sin el respaldo de una banda o parapetado detrás de un intérprete. Sus primeros trabajos fueron instrumentales, pero pronto tomó velocidad y fue consolidándose, señala, en 2018. Sí. Justo antes de la pandemia.
-¿Cómo se sintió arrancar como artista y que al año cerraran todos los eventos públicos?

-Duro (ríe). Todo lo que pasó en 2019 y 2020 me enseñó a valorar mucho el proceso. A veces uno quiere que las cosas pasen a los 2 o 3 años, pero a pesar de mi camino tan largo en la música, como artista no tengo ningún tipo de experiencia; es decir, puedo ser muy experimentado grabando como guitarrista o produciendo, pero esto no tiene nada que ver con desarrollar una carrera de artista porque esto implica muchos años: aprender a administrarla, vincular la gente, crear una fanaticada… Hay que aprender a tener una vida digna y a su vez sacar adelante el proyecto. Es un caso de emprendimiento completo. Esto no es una carrera para gente afanada.
No afanada pero sí constante. Porque en tan poco tiempo, cuenta a la fecha con 4 álbumes y 3 EP: cerca de 61 canciones disponibles en streaming y listas para ser escuchadas. Justo el encuentro que tenía con su banda de apoyo tenía un tema central que debía ser planeado: la creación del quinto disco.
-Mi música es de cocción lenta. Me pongo a ver las estadísticas de lo que hay en las plataformas y veo que títulos de hace 8 años cada día crecen más y más. Hay mucho para descubrir. De repente un disco no te gustará, pero otro sí. Porque mi música es muy camaleónica por los viajes y la necesidad de estar fluctuando.
Ojo que este es un punto importante en su relato. Los viajes.

Diario de viajes
La relación entre la música y los viajes está sumamente presente en la obra de García. Si bien Ciclos, el primer álbum, lo considera más ingenuo, es de entender que era la génesis del proyecto y que todo nacía del concepto (tal vez inconsciente) de volver a casa. El segundo (Abya Yala Vol. 1 – Colombia Andina), continua, nació influenciado por la pandemia y compuestas en el marco de la emergencia.
-Entonces hay canciones como Vida, Muerte, Tiempo. Tiene un fuerte componente de los libros que leí en ese momento y el viaje que hice para hacer ese disco por toda la región andina de Colombia. Ahí fue cuando encontré algo muy lindo al aglutinar todo lo que me mueve: los viajes, la música, el conocimiento y el aprendizaje humano. Los instrumentos, los músicos, el universo en el que está creado ese disco trata de reflejar la región andina, en un viaje de ‘mil ciento y punta’ de kilómetros, donde conocí personas muy especiales que trabajaron en él. El tercero es más pequeño, más ecléctico, muy personal, en el que confieso que no me siento bien, que estoy pasando por una crisis tremenda, una depresión horrible. El cuarto es muy de desamor y fue hecho en medio de un viaje por Europa en el que estaba tratando de curarme de esa depresión, y que coincidió con una historia de amor que se termina, también muy impregnado de esa vuelta.
En el camino, parece, García convirtió a sus canciones en la bitácora de sus viajes. O a sus viajes en la fuente de la inspiración. Como se vea, hay un nexo fuerte entre ambos mecanismos que no solo queda registrado fonográficamente (qué viejo estoy ¿todavía se dirá así?) sino en vídeo. Puntualmente en documentales atmosféricos, evocativos, protagonizados por las poblaciones que reciben al cantautor para compartir su cosmogonía. Esa Colombia profunda, ancestral y diversa, que se resiste a ser homogeneizada, empacada al vacío y comercializada con un código QR. En esas piezas el cantante se vuelve un espectador, un testigo. Cede la voz a las comunidades, mientras se presta a ocupar el rol de escucha.

-Así como la parte musical tiene un nivel muy superior, el elemento audiovisual es de una producción increíble ¿Cómo se conformó el equipo de producción para estos documentales?
-Una parte del audiovisual venía siendo planeada desde que grabé el segundo álbum. Pero en el transcurso han llegado personas a asumir propósitos muy específicos, como grabar o editar un video, se terminaron enamorando del proyecto y quedándose. Ha sido lindo ver cómo la gente manifiesta una fe en un proyecto que es netamente independiente y que en un 90% lo pago yo. Hay un gran equipo que se encarga, desde la parte gráfica y la grabación hasta la edición de videos, gente muy tesa detrás de todo lo que se ve. Vamos creciendo, incluso en el terreno de los en vivo.
-¿Cuál es la motivación, hoy en día, para las temáticas y las letras?
-Las últimas canciones se están volviendo más políticas. Creo que es algo necesario, los artistas tenemos una gran responsabilidad porque tenemos la posibilidad de enviar mensajes a miles o millones de personas, y los que son muy grandes, o se hacen los maricas o son inconscientes que el mensaje tiene un poder tremendo para manipular a la gente. Si alguien está vendiendo un ideal todo el tiempo a través de sus canciones y se vuelve exitoso, va a terminar llevando a que la gente compre la idea. Y no quiere decir que exista la obligatoriedad de tener una postura, pero aun así, sí creo que tenemos la responsabilidad de hacer mejor al mundo a través de la mejor invención del hombre, que es el arte.

Agendando el 2025
Miro por la ventana y descubro que está anocheciendo. Pronto llegará el resto de los músicos y me queda el tiempo para una última pregunta. La de rigor. ¿Qué se viene para este año?
-Este semestre van a haber muchas cosas en vivo: la gira de Hijo del Sol continúa, y en paralelo estaré produciendo el quinto disco (Abya Ayala Colombia Insular), que se alimenta de un viaje de más de un mes que hice a San Andrés y Providencia. Me dejó muchas enseñanzas y esa necesidad de pronunciarme de temas políticos, del mundo y cómo veo las cosas. También se me despertó mucho el orgullo de ser de donde soy: la cultura isleña me regresó con una inyección de orgullo por mi tierra cafetera, por ser quindiano, de la montaña, de ser hijo mestizo de una tragedia, de la herencia indígena. Habrá una gran cantidad en el disco y documental, de contestación y de visiones políticas del mundo.
Paralelo a estas labores, toca además hacer el trabajo ejecutivo que el público nunca ve. Porque estamos hablando de una industria, y para alguien independiente, se requiere que delegue a ambos hemisferios del cerebro las tareas que mejor se les dan. Agrega, entonces, que hará ruedas de medios para hablar con la prensa, presentándose a mercados musicales y festivales, postulándose a convocatorias.
-Incluso ahora estoy buscando ampliar el equipo con un manager, con cierta urgencia porque el proyecto ya lo está pidiendo. Como ves, me agarraste trabajando.
Y que lo siga haciendo. Porque fluyendo con las vueltas de la vida, García ha demostrado surfear la ola y que no es necesario escalar en tres años para salir vestido de Balenciaga en un anuncio de Nike, para realmente dejar un legado y que su música siga sonando sin importar qué pase de moda. Moviéndose al ritmo que le pongan, como un guadual de esos quindianos que se mecen con el viento impasibles con la llegada del vendaval.