Escribo esta columna ya pasada la adrenalina. Luego de encontrarme con un mal llamado periodista conocida como el Tigrillo Henao, y habiendo sido agredido física y verbalmente por el sujeto, me dispongo a responder las acusaciones falsas que muy seguramente lanzará el día de mañana en su espacio radial para atacarme.

Y sé que lo hará, porque el señor Luis Fernando Henao se ha forjado en el oficio de sabotear, de chantajear a personajes públicos para que le compren pauta, para llevar y traer razones y mentiras sin que medie un mínimo criterio ético y periodístico. Un sujeto al que, además, varios colegas del gremio le demuestran miedo, más que respeto. Al Tigrillo no se le toca, dicen los administradores de algunos grupos, blandiéndome la amenaza de ser expulsado de los mismos si sigo contradiciendo a tan noble personaje.

Los primeros desacuerdos se dieron cuando el Tigrillo empezó a lanzar acusaciones temerarias del gobernador del Quindío. Acusaciones que eran falsas, que carecían de argumentos y pruebas, en el propósito de desacreditarlo. Como el señor no sabe negociar en una controversia y su único elemento de discusión es el madrazo, varias veces, por grupos de Whatsapp compuestos por periodistas y otras personas influyentes, me bautizó como un “aparecido de mierda”.

La escandalosa expresión, tan callejera como suena, era la respuesta habitual de las ocasiones en las que, con argumentos en mano, derribé sus mentiras a la vista de todos. Acorralado por los hechos, el Tigrillo descargaba un ataque de ira aprendido en su juventud en los alrededores del teatro Colombia, cuando dedicaba sus días a actividades de pillería que prefiero dejar pasar, convenciéndome que eran cosas de muchacho.

Una vez al Tigrillo se le abrieron los micrófonos, el hombre conoció una manera más fácil de abusar de los demás. A través de años de sabotear a quienes no le pagan pauta publicitaria, de quienes no se dejan asaltar, el locutor se ganó tanto la animadversión como el miedo de quienes no quieren ganarse a un tipo gritándoles en la calle y amenazando con irse a los golpes.

Esta mañana me pasó. Dio un paso más en su propósito por agredirme y alcanzó a empujarme y a mentarme la madre en la cara, para luego salir corriendo cuando le planté cara. Porque, aunque no me gusta el bochinche del que él se siente tan orgulloso, tampoco me considero un cobarde. Ayuda mucho el saber que tengo las de ganar en un enfrentamiento escrito, verbal, físico o legal en su contra.

Pensé en dejar las cosas como están. Una bravuconería más que no pasa a mayores debería quedarse al nivel de una anécdota. Pero también pienso que los problemas hay que arrancarlos de raíz, y que frente a este tipo de sujetos que anteponen la violencia al debate, que se proponen infundir temor en lugar de respeto, que creen que el periodismo es una rama del chantaje, llegó el momento de ponerlos en su lugar.

Así que escribo esta carta, más que una columna, para recordarle a Luis Fernando ‘El Tigrillo’ Henao que se abstenga de seguir atacándome. Que con cada golpe que cree que me da, sumo a una evidencia más a una carpeta que, de ser necesario, terminará en una denuncia penal. Informo además del actuar de este individuo al Colegio Nacional de Periodistas capítulo Quindío, que acaba de nombrarlo como coordinador de algunas actividades en su última junta. Y dejó constancia pública de las amenazas que el Tigrillo me ha hecho por grupos de Whatsapp, en su programa radial y más recientemente, en la calle. De cualquier cosa que me suceda, señaló al Tigrillo Henao como responsable.

Andrés Mejía Álvarez

Director El Cuyabran Post

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