¿En Armenia el espacio público es de todos o de nadie?

¿En Armenia el espacio público es de todos o de nadie?

Hace unas semanas, uno de los negocios dedicados a la venta de vapeadores y licor al frente del parque de Laureles, en Armenia, fue presa de un escandaloso y absolutamente desproporcionado operativo llevado a cabo por la Alcaldía. Con 4 motos y dos patrullas de la Policía, y una decena más de vehículos, activos de la Fuerza Pública, funcionarios de dependencias de la administración municipal y personal de Bomberos, prácticamente allanaron el local en busca de cualquier documento faltante para hacerlo cerrar. Pese a contar con la documentación exigida, el comercio fue sellado.

En días posteriores, se ordenó levantar del parque el mobiliario donado por los negocios de la zona. A esto se le suma la instalación de una malla para el cerramiento de la cañada que linda con el parque. Muestras todas, de que en Laureles se vive una batalla por el territorio. Una batalla en la que manda una parte de la población, pero otra es ignorada por completo.

En pleno operativo de inspección por parte de la alcaldía.

“En Armenia hay parques de bolsillo y espacios verdes que no están conectados, no cuentan con amenidades, ni ofrecen oportunidades de interacción social. Están privando a la comunidad del disfrute del espacio público”, señala Juan Camilo Florentino Márquez Ospina, el líder de una de las 3 iniciativas elegidas por ONU-Hábitat en el mundo, para desarrollar el proyecto Young Gamechangers. Su señalamiento hace parte de un diagnóstico temprano que ha podido levantar con un grupo de jóvenes: precisamente el tipo de grupo poblacional que, en decisiones de gobernanza y ciudad, siempre ha sido olvidado.

“Ante esto, empiezan a haber dinámicas que la comunidad percibe como inseguras, por ejemplo, muchachos que consumen droga, y se crea un círculo vicioso en el que el espacio público empieza a ser de unos pocos, y no de todos por esas percepciones ciudadanas”, añade. Escudados por el legítimo derecho a vivir en un vecindario seguro y tranquilo, vecinos del parque parecen haber inundado a la secretaría de Gobierno municipal con derechos de petición para eliminar de su entorno todo lo que tenga que ver con entretenimiento nocturno. ¿El resultado? El pasado sábado 18 de noviembre, el parque que convocaba a familias y propietarios de mascotas en un entorno amigable se veía ya como un solar sin vida ni personalidad, habitado solo (mira tú) por un indigente fumando bazuco a las 3:00 de la tarde.

Juan Camilo Florentino Márquez Ospina, líder de Young Gamechangers Armenia.

La excesiva privatización de lo público

El cierre paulatino de los comercios de Laureles es el más reciente de una serie de persecuciones a sectores destinados al entretenimiento nocturno que han logrado prosperar en Armenia, para luego caer en desuso una vez los residentes empiezan a quejarse. No me malinterpreten: el ruido, los trancones y las peleas son elementos que nadie quiere tener al lado, y estos por lo general están asociados a ejercicios comerciales privados.

Por esta razón en los últimos años, la población –específicamente la juvenil- ha perdido sus espacios en la ciudad. Por ejemplo, se clausuró la zona conocida como Bambusa y se logró apagar la incipiente zona rosa aledaña al Portal del Quindío; la solución, por ejemplo, de Luz Piedad Valencia en su alcaldía, fue orientar la rumba a las fondas: sitios que no a todos les (nos) gustan y que además representan gastos adicionales como el cobro de un cover y dificultades para el acceso por estar fuera del perímetro urbano. Mientras el foco de los gobiernos se ha centrado en limitar el ocio a la oferta de negocios particulares, en la ciudad no hay escenarios públicos para su disfrute, y cuando se logran consolidar, la Policía es la encargada de desbaratar una dinámica que no solo debería estar permitida, sino que además es la que genera arraigo y apropiación de la ciudad.

Por eso la cruzada de Márquez Ospina a cargo de Young Gamechangers en Armenia, seguramente generará suspicacias de parte de quienes van a misa y se autodenominan personas de bien, pero que segregan, limitan y excluyen embebidos de un supuesto derecho divino a decidir sobre la urbe. En este caso, sin embargo, los jóvenes tienen a su lado el respaldo de un organismo internacional.

El grupo ya ha llevado a cabo actividades en vinculación con entidades del departamento.

“Gracias a estar vinculado en procesos de cooperación internacional y financiamiento climático, ciudades resilientes, u Objetivos de Desarrollo Sostenible, me enteré de esta convocatoria, a la que se presentaron 6 ciudades colombianas más, incluyendo dos grandes. Postulamos a Armenia con un vídeo que traía a colación la importancia de reinterpretar los lazos entre naturaleza y ciudad, teniendo en cuenta nuestro contexto sociogeográfico y ecosistemico, pero también la necesidad de la ciudad de reconstruirse luego del terremoto del 99 y el peso de la declaratoria como parte del Paisaje Cultural Cafetero. El jurado priorizó a las ciudades intermedias, y fue así como Armenia quedó elegida, junto con Jatni, en India, y Bargny, en Senegal, para desarrollar el proyecto”.

Es en el marco de esta iniciativa, que jóvenes adelantan una serie de ejercicios de diagnóstico de los espacios públicos urbanos efectivos a través de distintas dimensiones: accesibilidad, seguridad, iluminación, mobiliario urbano, amenidades, servicios, percepción ciudadana de seguridad o bienestar, contaminación atmosférica, ayudando incluso a levantar un inventario del que el mismo municipio carece hoy en día.

“A partir del diagnóstico, seleccionaremos 2 lugares con potencial, o por el contrario, que presenten muchas barreras o problemas. Junto a los Young Gamechangers rediseñaremos estos espacios en 2024 a través del videojuego Minecraft, y este diseño posteriormente será aterrizado por unos arquitectos europeos para hacerlo real y factible, con la expectativa de que en 2025 se construya esta intervención de urbanismo táctico, con lo que ellos entenderán que la política pública no tiene que ser algo ajeno a ellos”.

Los jóvenes participantes en un ejercicio de prospectiva urbanística.

¿Por primera vez será escuchada la voz de los jóvenes?

Márquez Ospina sabe que para lograr un cambio efectivo en el que se tenga en cuenta el sentir de los jóvenes frente a su ciudad, tendrá que tocar puertas que siempre les han sido cerradas. “La primera instancia en la que queremos participar es la Política Municipal de Juventudes, que se vence en 2024; es un punto de articulación para reconocernos en cómo proteger valores urbanos que favorecen la salud y bienestar de niños, adolescentes y jóvenes, y por otra parte, en cómo incidimos con este grupo de jóvenes pensándose la ciudad del presente y el futuro en algunos proyectos, enviando por lo menos una señal clara frente al sistema de equipamientos públicos, de movilidad, o de estructura ecológica principal”.

El segundo escenario, añade, será la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial. Y quién mejor que los jóvenes para incidir en la proyección de la urbe con un horizonte a 12 años; un periodo en el que un muchacho de 22, por ejemplo, tendría 34 cuando vuelva a renovarse el documento, estando en el momento cumbre de su productividad e incluso ya con hijos (aunque él lo descarta en medio de risas).

“Reconocemos que el POT vigente tiene valores importantes, cosas bien bonitas en materia conservación de corredores ecosistémicos, zonas de protección, integración de la red de espacio público. Pero en la práctica no tiene un doliente ni un fondeo claro; se convierte en un modelo de ‘querer ser’, que pierde la batalla con el ‘poder hacer’. Por eso se vuelve un saludo a la bandera. La reglamentación y la norma urbana no están siendo vigiladas con estricto control por parte de las curadurías o Planeación como autoridad en el tema, y la pauta la empieza a controlar el sector privado con la habilitación de algunas normas puntuales para tener mayores índices de edificabilidad para lograr que un negocio inmobiliario pueda cerrar más claramente, o haciendo un plan parcial que habilite acciones urbanas integrales apalancadas con dineros del municipio, pero perdiendo esa mirada del POT. Nadie dice qué pasó con los corredores ecológicos. No tenemos plata asegurada para inversión pública en eso”, argumenta.

A futuro, sugiere, se podría empezar a pensar en la planificación, no solo de la capital sino de los municipios conurbados, bajo un modelo alejado de la estructura estadounidense de un centro o downtown (Armenia) que sufre de la presión ejercida por suburbios habitados por personas de dinero (los conjuntos cerrados en los municipios), propiciando problemas de marginalización e inequidad.

Problemas que hoy en día afronta el parque Laureles. Un sitio que, como todos los parques de la ciudad, vive en completo abandono por parte de la Alcaldía, y que encontró en los negocios circundantes, el instrumento para su mantenimiento y embellecimiento. Uno que luego de empezar a presentar problemas de convivencia por la ineficaz acción de las autoridades, se encuentra en riesgo de volver al ostracismo por el pedido de los vecinos, convencidos de que este bien público es el antejardín de sus casas. Porque, en últimas, para enfrentar las dificultades de orden público y en lugar de acabar con la dinámica sociocultural lograda, ¿no era más práctico poner un CAI y que sea el Estado el que se encargue, en lugar de acabar con la empresa privada y prohibir la apropiación de la ciudad?

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