122 piezas, componen el tesoro Quimbaya que reposa en España. Y aún así, pesan como si fueran millones. El saqueo –sí, usamos la palabra peligrosa- que los conquistadores hicieron en esta parte de las Indias Occidentales es comparable a las de otras potencias de ultramar en Irán o Egipto, para convertir obeliscos en atractivos turísticos a miles de kilómetros de su lugar natural. Y retornarlas a Colombia sería un bonito gesto de reconocimiento de la identidad cultural de lo que alguna vez fue colonia pero que hoy ya es una nación bien madurita y puestecita.
Obviamente España no piensa lo mismo. Los recurrentes llamados, hechos por una vía diplomática han tenido el efecto de un fósforo en un ventarrón. Por eso este miércoles 15 de mayo dos hechos llamaron la atención de los quindianos. En primer lugar, aprovechando la visita de delegados del ministerio de Cultura al Quindío –la cuna de las figuras orfebres quimbayas- el presidente Gustavo Petro anunció la reclamación oficial del tesoro Quimbaya.
Pero la otra, tal vez inesperada, pero que nos hace mucho sentido, fue la solicitud oficial del Quindío para que, una vez repatriadas, regresen al departamento de la que una vez salieron –puntualmente de Filandia- con el permiso de los mandatarios de turno, y luego regaladas en un acto de extrema lambonería, por el presidente Carlos Holguín Mallarino, como presente por la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América.
El Quindío toma posición
El anuncio del Gobierno del Quindío recayó en manos del secretario de Cultura, Felipe Robledo Martínez, que en medio de la noticia nacional y con un entusiasmo que superó las necesidades logísticas que requería un anuncio de esta magnitud, citó a rueda de prensa de manera inesperada.
“Estábamos en ciernes de este aviso, esperando articularnos con el Gobierno nacional, para hacer pública la intención de ser reconocidos como comunidad cultural propia, con sus propios artes, oficios y saberes”, indicó el funcionario, reiterando el deseo del departamento: una vez se reintegre el conjunto de bienes arqueológicos provenientes del periodo Quimbaya Clásico, el Quindío buscará la manera de que el tesoro no se quede en la capital, y superar por una vez el bogotacentrismo. Y ojo, que al Cuyabran le caen bien los rolos, pero hay que reconocer que a veces el universo les gira en torno a ellos.
Para la cruzada, desde la Gobernación se busca reactivar la Comisión de Alto Nivel para la Sensibilización, Repatriación y Recuperación del Tesoro Quimbaya: una especie de misión de sabios con la potestad de acompañar lo que sería el retorno de los artículos. Y para iniciar con el proceso formal, los días 30 y 31 de mayo se llevará a cabo en el Museo del Oro Quimbaya un comité de verificación, que tendrá participación de Defensoría del Pueblo, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia – Icanh, la Cancillería y Mincultura, entre otras instituciones.
¿Tocará entrar dando codazos?
A la rueda de prensa convocada asistió el periodista e historiador Miguel Ángel Rojas, quien no dudó en calificar este hecho como “la noticia más importante en los últimos 134 años porque es el tesoro vivo más importante de la prehispanidad en Latinoamérica. Las piezas de otras culturas no sobrevivieron (fueron fundidas, agregamos como aclaración) porque fueron producto del saqueo, mientras que estas surgieron por la guaquería”.
El valor histórico y cultural del tesoro entonces, es evidente. Pero a qué se enfrenta el Quindío. Primero, a la respuesta del reino de España, tan reticente a devolver lo que les fue obsequiado en un acto protocolario sin sentido para los ojos actuales. Segundo, creemos nosotros, a la respuesta de quien quedaría encargado de los bienes: el Banco de la República, que tiene autonomía tanto en el Museo del Oro, en Bogotá, como en el Museo del Oro Quimbaya, en Armenia. Esto exigiría un trámite adicional al de Presidencia, porque hay que subrayar que la autoridad en política monetaria en el país es un órgano absolutamente independiente de Casa de Nariño.
Llegado el caso en el que se dé el visto bueno para que sea trasladado a su lugar de origen, el tesoro encontraría en el imponente edificio de Rogelio Salmona, que alberga el museo en el Quindío, su hogar; una infraestructura que hace poco recibió adecuaciones para mejorar aspectos como su seguridad. Pero entonces, acá viene el otro interrogante. Cuando se sustrajo de Filandia el botín, el Quindío no era un departamento: durante su descubrimiento fue en 1890, este territorio hacía parte del Cauca; 5 años después pasaríamos a hacer parte de Caldas hasta la década de los 60, cuando se dio la emancipación.
Con lo vivido recientemente con los gobernadores de Caldas y Risaralda, y los alcaldes de Pereira y Manizales, firmando en conjunto una carta para oponerse al desarrollo vial entre Calarcá y La Paila, es fácil suponer que no estarán contentos con que el Quindío recupere estas piezas. Así que acá viene el otro frente de lucha. Esperamos equivocarnos: que España libere lo que no es suyo, que Bogotá respete la propiedad del Quindío, que el Banco de la República descentralice su colección y que los vecinos se empiecen a portar bien. Esperamos, con todo el corazón, que ninguno nos salga, de nuevo, con excusitas de oropel.