Road to Miami

Road to Miami

Con la final de la Copa América de este domingo 14 de julio, en la que se decidirá si el trofeo lo levanta Colombia o Argentina, decidimos hacer un experimento: Una nota conjunta entre todos los columnistas del medio, aprovechando el conocimiento que cada uno tiene en diferentes ámbitos. Así que, si no le es suficiente la información sobre el partido en otros medios (nunca es suficiente) acá tiene otras miradas.

Prenda la radio y encienda la tele

Por: Juan David Amariles

…que vamos a recordar cómo fue que llegó la Tricolor a la gran final contra Argentina. El road to Miami empezó el 24 de junio contra la selección de Paraguay. En el anhelado estreno de la copa ganamos 2-1, con golazos de cabeza de Daniel Muñoz y Lerma, luego de centros hechos como con la mano de James Rodríguez. Y Enciso descontó para los guaraníes.

El 28 de junio, nos enfrentamos con la selección de Costa Rica. Pensamos que iba a ser un encuentro más reñido porque los ticos hicieron buen partido y empataron con Brasil, pero Colombia fue contundente y ganó 3-0.  El primero vino de penal de Luchito, luego de una falta innecesaria del arquero de Costa Rica. El segundo, de Davinson Sánchez, después de un tiro de esquina. Y el tercero, del delantero Jhon Córdoba, un golazo generado por un soberbio pase filtrado con la pierna menos hábil de James.

El 2 de Julio, contra Brasil sería la primera prueba de fuego de una selección que buscaba que el invicto se prolongara a 25 partidos, con el recuerdo del ‘Gol de Yepes’. Y así fue, con algunas fallas arbitrales empatamos 1-1. Empezamos abajo con anotación de tiro libre de Raphinha y luego empatamos con gol de Daniel Muñoz. Así cerramos como ganadores del grupo, y enfrentaríamos el 6 de Julio a Panamá en los cuartos de final de Copa América.

El partido contra el seleccionado del istmo fue la oportunidad para coger confianza, ratificar el buen momento de la selección y esperar el ganador de la llave entre Uruguay y Brasil. Ganamos 5-0, con goles de Córdoba, James, Luis Díaz, Ríos y Borja. Fue entonces el miércoles pasado, que encontramos lo que se esperaba: la garra charrúa en pleno. Un partido difícil, muy físico, de roce y de fortaleza mental. El encuentro lo ganamos 1-0 con gol de Lerma, que cabeceó el balón y se fue muy ajustado al segundo palo del arquero Rochet, previo centro desde el tiro de esquina de James.

Así llegamos a la final de la copa América, la tercera en nuestra historia y la que esperamos sea nuestra segunda conquista continental. La final de este domingo contra la selección Argentina, campeona del mundo y actual tenedora de la copa América. Un equipo que (no nos mintamos) llegó caminando a esta final. El partido se llevará a cabo en el estadio Hard Rock de Miami; una arena en la que Colombia buscará el campeonato que esperamos desde hace tantos años, permitiendo además que el invicto se amplíe a 28 fechas, para seguir batiendo nuestros propios récords.

Tenemos lo necesario para ser campeones el domingo. Una selección que tiene ambiente familiar; que muestra un gran fútbol; solidaria; que es rica en ataque y sólida en defensa; con jugadores experimentados como James, Davinson Sánchez y Jerry Mina; que saben guiar y hacerse acompañar de grandes jugadores más jóvenes con personalidad como Luis Díaz, Jhon Arias y Richard Ríos.

Creo en este grupo de jugadores dirigidos por Néstor Lorenzo, un argentino de la camada de Pékerman que nos hace soñar una vez más, pero con la convicción de que tenemos con qué. Tenemos todo por ganar, nada que perder, y menos lo que ya hemos disfrutado. Delante hay un gran rival, que sabemos va a tratar de desesperarnos más que Uruguay, pero tenemos que tener la mentalidad y madurez para afrontar este desafío. ¡Vamos Colombia!

La fiebre amarilla

Por: Andrés Mejía

Pasa muy rápido un mes, y más cuando nos va bien en el fútbol. Gran parte de los lectores de este medio tuvieron la suerte de crecer con una selección responsable, que juega bonito, que exporta jugadores, que resuena con cada vez más fuerza y amenaza con meterse en el podio de las tres grandes de Conmebol.

Colombia es futbolero, sin lugar a dudas. Y a muchos de los que ni nos asomamos por la Liga colombiana nos agarra un entusiasmo que se va acrecentando, convirtiendo el deporte en un tema de obligada conversación. En Colombia se paran las oficinas cuando hay partido, se caen los códigos de vestimenta para uniformarnos de amarillo, hasta las madres y las tías hacen vaticinios sobre el juego de la Tricolor.

¿Cómo no ilusionarnos con volver a levantar la Copa? Si hace 23 años el mundo era distinto. Acabábamos de ver truncada la negociación del Caguán, y fue el juego el que nos sirvió de bálsamo para volver a creer en un proyecto de país que no terminaba de salir del siglo XX. Una Colombia más analógica, aún sin la certeza de lo que sería el nuevo milenio.

Con el paso de estas dos décadas, cambió también el juego y la mentalidad de los jugadores. Y acá nos encontramos con un equipo que parece más maduro que sus antecesores, pese a la corta edad promedio de sus miembros. Fogueados en el exterior, con la consciencia de que se compite en serio pero sin perder la alegría, Colombia es, por juego, la más opcionada para quedarse con el trofeo. Eso sí, sin olvidar que al frente tenemos una Argentina que llega descansada y que a veces (tal vez muy frecuentemente) se beneficia de las decisiones arbitrales.

De corazón esperamos que prime el juego y no las provocaciones. Sea cual sea el resultado, que refleje la calidad del fútbol, y no el abolengo o la ‘paternidad’ que a veces pesan. Y que podamos celebrar o consolarnos en paz; lo necesitamos en las calles. Esos muchachos que lo dejan todo en la cancha y nos recuperan el orgullo y la esperanza, realmente se lo merecen.

Un juego que mueve la economía, incluso la local

Por: Mauricio Ruiz Chica

Para nadie es un secreto que eventos deportivos como la Copa América impactan positivamente en algunos sectores de nuestra economía. Solo basta hacer un recorrido corto por nuestros entornos y ante un partido de la selección Colombia nos encontraremos en casi cualquier esquina con bares y restaurantes a tope, flujos constantes de alimentos y bebidas, y en general esa bonita dinámica del consumo que tanto necesitamos.

De hecho, para esta última fecha, uno de los centros comerciales más conocidos de Armenia, el Portal del Quindío, tuvo que desistir de transmitir el partido final luego de que, a lo largo del campeonato, ofreciera en una pantalla gigante las proyecciones de los juegos: lo que se pensó (y fue efectivo) para incentivar el consumo allí, excedió las expectativas de la administración, y con ellas la capacidad de carga del edificio.

Y es que, de acuerdo con cifras de la Federación Nacional de Comerciantes – Fenalco, el sector de bares y restaurantes ha visto incrementar en un 60% sus ventas, al convertirse en lugares idóneos para encontrarse con amigos, comer algo y celebrar en compañía.

Es realmente esperanzador que este tipo de eventos impulsen y dinamicen el consumo durante al menos unos cortos periodos de tiempo. Estos respiros necesarios para una economía duramente golpeada por la desaceleración y la tenebrosa y falsa idea de decrecimiento nos hacen pensar que siempre podremos levantarnos ante la adversidad.

Salud entonces por la selección Colombia, por los empresarios y por la sociedad que se niega a ver marchitar su país.

Alegría vs provocación en el futbol

Por: Alcides Saavedra

En días pasados vivimos el intenso encuentro entre la selección Colombia y su similar de Uruguay, en el que, al finalizar el encuentro, se presentó una batalla campal entre hinchas y jugadores de ambos oncenos. Algo lamentable y que nos lleva a preguntarnos ¿Qué llevó a tener este comportamiento?

Desde el ámbito psicológico, podemos identificar dos bandos: por un lado, el triunfador experimenta la alegría de la victoria, el sentido de identidad y pertenencia, que lo hace sentir parte de una comunidad más grande que coincide en el apoyo emocional y social. Esto eleva la autoestima por el orgullo compartido, por los logros de su equipo.

Por el contrario, la hinchada derrotada en la contienda, al contrastar su situación con la de sus contrarios, inconscientemente realiza una comparación social que puede generar sentimientos de inferioridad o envidia ante la derrota de su equipo. También se puede acentuar la percepción de injusticia; se provoca una respuesta de frustración que puede derivar en comportamientos agresivos al ver desafiada su identidad, ya que la celebración de su rival se percibe como una amenaza directa a su sentido de pertenencia y lealtad hacia el propio equipo.

Qué pasa desde el punto de vista fisiológico: el bando ganador va a experimentar una mayor liberación de endorfinas que son conocidas como hormonas de la felicidad, como la adrenalina que aumenta la excitación y la energía; se activa el sistema nervioso parasimpático promoviendo sensaciones de bienestar y conexión; y se despiertan la memoria, la atención y la toma de decisiones.

En la orilla opuesta, el organismo de los derrotados sufre de una mayor liberación de cortisol (hormona del estrés); se activa el sistema nervioso simpático preparando al cuerpo para una respuesta de lucha; disminuye la dopamina y las endorfinas por la tristeza y frustración; y el incremento de la adrenalina por el aumento de la excitación y la energía que este conlleva, a menudo se canaliza en comportamientos agresivos.

Estamos entonces en un panorama en el que, el triunfo o la derrota en cualquier tipo de contienda que involucre afición, va a traer reacciones psicológicas y orgánicas de gran impacto. Un dato importante para estar preparados, para la victoria o la derrota, este domingo.

Final, final… El fútbol es dañino para la salud

Por: Sebastián Ruiz

Cuidémonos mucho. Los noventa-y-pico minutos que dura un partido crítico pueden ser mejor triage que un buen aguacero: mientras ruede ‘la esférica’ irán a dar a urgencias casi exclusivamente quienes tengan síntomas tan preocupantes que logren retirarles del televisor y la fritanga. Los demás resistirán hasta la imposible última inconveniencia para no perderse un solo minuto de la transmisión, con un estoicismo que nunca manifestarían en otros escenarios.

Si el ejemplo es «el infarto», durante el partido y la semana siguiente, el riesgo puede incrementar en alrededor de 25% (mal contado) para los eventos de esta familia. Empero, un estado de salud que nos hace vulnerables al colapso cardiogénico ante las sobrecogedoras pasiones de una final de fútbol, especialmente al perder —como puede llegar a pasar— no es la raíz del mal y llevar trescientos miligramos de aspirina en el bolsillo, para masticar y deglutir en caso de dolor «típico» del tórax, no es una estrategia suficiente sin un electrocardiograma leído por el médico (o paramédico entrenado) en cuestión de minutos.

Más allá de lo cardíaco, la amenaza protagónica alrededor del fútbol es un coctel transcultural de trogloditismo con alcohol. El pitazo final, a pesar de cualquier resultado, marcará el comienzo de la verdadera apoteosis sanitaria: trauma, accidentes, ebrios luchando contra los equipos de atención médica que intentan retirarles las camisetas futboleras hechas trizas por las trifulcas para poderles atender las potencialmente letales heridas precordiales… y ni así es posible permanecer en indiferencia ante la excitante relevancia de la final que se viene ¡hagan el grandísimo favor! ¡¿cuándo vamos a volverlo a ver?! Cuidémonos mucho, disfrutemos con prudencia y en paz, mucha consideración entre todos y en especial con la gente en las redes de atención de urgencias.

Saludes.

Marca País, una huella tricolor para el mundo

Por: Catherine Baena

Desde el 7 de septiembre de 2012, en aquel partido que disputaron Colombia y Uruguay en el estadio Metropolitano, Marca País se ha encargado de promocionar una imagen positiva y verdadera de lo que somos y lo que debería representar, el nombre de nuestro país en el mundo entero.

El objetivo de este proyecto es cerrar las brechas de percepción negativa que tiene el mundo acerca de nuestra realidad, a través de estrategias que permitan visibilizar nuestros productos, talentos y el potencial que tenemos como colombianos. ¡Y sí que lo tenemos! O si no como podemos explicar que justo, en esta vibrante final que se aproxima, nuestras “Bichotas” Shakira y Karol G, ambas, ¡juntas! sean las encargadas de remover las emociones de miles de personas que serán testigos de un clásico colombiano – Sur Americano.

Y con esto, no estoy afirmando que Marca País lo hizo esta vez. Pero lo que sí puedo asegurar es que este suceso es el ejemplo perfecto de buen marketing y comunicación, materializado a través de dos grandes artistas que nos representan con pasión y que nos hacen sentir orgullosos cada vez que su nombre resuena en las principales noticias del mundo, pero que además estarán allí, en la cancha, para representar la voz de más de cincuenta millones de colombianos. ¡Vamos muchachos, vamos Colombia!

El camino del éxito

Por: Miguel Ángel Mejía

“Millennials”: Forma de agrupar a todos los que tuvimos la fortuna de nacer entre los años 80 y 90. Una generación de apertura al mundo y la globalización, con un común denominador: grandes hazañas realizadas por colombianos, de la mano de un país lleno de orgullo, que se hincha el corazón con cada logro.

Pero después de cada triunfo, victoria, hito musical, cultural o deportivo, se volvía a una actitud derrotista. No es de gratis que tengamos frases icónicas como: “Jugamos como nunca y perdemos como siempre” o la de nuestro filosofo contemporáneo Pachito Maturana “Perder es ganar un poco”. Puedo apostar que son más conocidas y nos identifican con más precisión que esa que reza en nuestro escudo patrio.

No tenemos que culparnos por esa mentalidad; como país hemos perdido bastante a lo largo de nuestra historia:  territorio, mares, selva, oro, identidad y hasta una cucharita; sin embargo, a la hora de hablar de fracasos, son los deportivos, los que están marcados en nuestros corazones. En especial los de la selección Colombia, un equipo que por fortuna llegó recargado de buenas noticias al siglo XXI: ganamos una copa América (2001), después de dos décadas volvimos a jugar la fase final de un mundial (2014), además repetimos (2018). Hoy estamos (digo estamos, porque, así como lloramos en las derrotas, tenemos que hacer parte de los triunfos) a puertas de disputar una final de copa, ¡pase lo que pase, ya es un éxito, nos convierte en ganadores!

Sin embargo, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Qué cambió? Para ser sincero no tengo la menor idea, pero como el fútbol aguanta cualquier analogía y/o filosofía, aprovechando el fervor, diré que es gracias a la unión como país. Que regiones apartadas entre sí, empiecen a aportar jugadores, (8 de Antioquia, 5 del Chocó, 3 del Cauca, 3 del Valle, 2 de la Guajira, etc). Hemos logrado hacer una simbiosis a pesar de nuestras enormes diferencias, convirtiéndonos en un equipo ganador, que juega y trabaja como un solo organismo.

Esto me lleva a recordar una de las más recientes teorías de la evolución, planteada en la década de los 90 por la Dra. Lynn Margulis, donde propone que el éxito de la evolución no es la competencia (Teoría de la evolución de Darwin 1859), sino que por lo contrario, está ligado a la colaboración y el trabajo entre organismos. Hoy más que nunca creo que, si bien la competencia es importante -nos exige superar nuestros límites- es la simbiosis la que nos hace exitosos: cuando todos tiramos para el mismo lado, los resultados se notan, empezamos a ser ganadores. Hace unas décadas la Dra. Margulis lo demostraba en un ejemplo sencillo como la célula eucariota, ahora es la “Sele” la que nos demuestra que en la unión se encuentra el verdadero triunfo.

Y es que en Colombia el fútbol nos ha servido también para la desunión. Es increíble que el seleccionado ayude a que convivan algunos que, en otras circunstancias, se pelean por una camiseta en plena liga nacional. Aprovechemos esta oportunidad para unirnos aún más como país, a entender que no siempre es una competencia, muchas veces se trata de ser una cadenita, de ayudarnos unos a los otros, a fijarnos en nuestras enormes similitudes, que al final de cuentas somos un solo corazón, y que gracias a eso auguro que las futuras generaciones cambiarán las frases derrotistas, por epopeyas dignas de ser contadas a través de los años. 


  • Este artículo a 7 manos, está firmado por los columnistas de El Cuyabran Post. Los puedes seguir encontrando en nuestra sección El Post Opina, en la home de nuestra página, o en el menú superior en la pestaña El Post Opina.
  • Las imágenes que acompañan la nota cuentan con material de Pixabay, Leonardo AI, Adobe Firefly y Canva.

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