Hay un fenómeno universal que trasciende fronteras, culturas y hasta sistemas operativos: las mamás y su relación con el celular. Porque aceptémoslo, uno como hijo puede estar en una misión épica de tratar de contactarlas, llamarlas tres, cuatro, ¡diez veces!, y nada. Es como si el teléfono se les convirtiera en un ladrillo decorativo justo en ese momento. Pero cuidado con no contestarles a la primera cuando ellas llaman. Ahí sí, uno pasa a ser el “hijo perdido” en cuestión de segundos.
Mi teoría psicológica amateur (pero muy sólida, diría yo) es que las mamás viven en un universo paralelo: uno donde el concepto de “urgente” es flexible según quién lo aplique. Cuando tú las llamas, están “ocupadísimas” viendo cómo doblan un trapo, sacando una mancha imaginaria de la mesa o, mi favorita, “dejaron el celular en otra habitación y en silencio”. Pero si ellas te llaman, inmediatamente estás obligado a responder, no importa si estás en una reunión, manejando, o simplemente tratando de existir.
Lo curioso es que, cuando por fin logras contactarlas después de 15 intentos fallidos, preguntas:
—Mamá, ¿por qué no contestabas?
Y te sueltan el clásico:
—¡Ay, no sé ni dónde dejé el celular! o ¿como asi, me estaba llamando? Veee si, aca están las llamadas perdidas (entre 10 y 15)
Perdón, pero el psicólogo que atienda a las mamás y su “pérdida misteriosa” del celular merece un premio Nobel.
Ahora, hablemos del otro lado de la moneda: cuando ellas te llaman. Primero te suena el teléfono, y si no contestas en menos de cinco segundos, ya hay un mensaje en el grupo familiar: “¿Por qué no me contestas?” seguido de un drama digno de telenovela: “Estoy pensando si te pasó algo malo, ¡contéstame YA!” Uno, nervioso, las llama de vuelta y resulta que solo querían saber si “estás comiendo bien” o para avisarte que el primo del vecino del perro del tío se casó.
Este dilema tiene una raíz psicológica interesante: nuestras mamás, aunque no lo digan, disfrutan de mantenernos alerta. Llamémoslo un ejercicio de control parental subliminal. No es maldad, ¡es estrategia de vida! En el fondo, sienten que así nos tienen cerca, aunque sea por un regaño.
Pero la verdad, y aquí viene la parte emotiva, es que no importa cuántas veces no nos contesten o cuántas veces nos regañen por no hacerlo, sabemos que sus llamadas son más que una interrupción: son un recordatorio de que están ahí para nosotros. Aunque su lógica sea tan misteriosa como sus bolsos infinitos… amamos esa conexión caótica.
Así que la próxima vez que mamá no te conteste, respira profundo, ríete de lo irónico que es el universo y llama otra vez. Porque si algo es seguro, es que el amor de una madre se mide en llamadas perdidas… y regaños por no contestar.
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Muy divertido, Alcides has capturado de forma ingeniosa y con mucho humor esa dinámica tan universal entre madres e hijos y sus teléfonos. La verdad como creativo veo muchos insigths de mamás con el celular que pueden salir muchas ideas para una campàña, tan acertada que cualquiera puede identificarse. Además, le da un toque emotivo al final, recordando que esas llamadas y esos regaños son una muestra de amor.