Y luego de la entrega de la SAE ¿Cómo se están configurando las casas solidarias en Armenia?

Y luego de la entrega de la SAE ¿Cómo se están configurando las casas solidarias en Armenia?

¿Tal vez La Estrategia del Caracol sea el filme más representativo del cine colombiano? Aunque el tema aguanta el debate, podríamos decir que la afirmación sí está bastante cercana a un consenso. Al final de la película, luego de casi dos horas de personajes entrañables y bien construidos sobre una historia cercana y muy atrapante, llega la escena que genera la catarsis entre el público, que a estas alturas de la narración, ya está del bando de los inquilinos desplazados: la explosión que derriba el frente de la casa, dejando a la vista el muro del fondo, en donde se lee “Ahí tienen su hijueputa casa pintada”.

Me imagino que la frase resonó en las cabezas de quienes desmantelaron en una noche, la casa ubicada en la carrera 13 con calle 16 esquina, en Armenia. Un día antes de que los funcionarios de la Sociedad de Activos Especiales – SAE, llegara al inmueble para hacer efectiva la orden de desalojo previa a su entrega en comodato, los inquilinos que la ocupaban (un restaurante y varias oficinas, recuerdo) parecen haber mandado a dejar solo los muros: Arrancaron el cableado eléctrico, quitaron partes del suelo entablado, se llevaron tejas, e incluso, en un acto de rabia visceral, le echaron brea al mural que adornaba el patio interno. La mañana les sorprendió en medio de esta empresa; se dice que el personal de la entidad estatal alcanzó a descubrirlos, antes de que huyeran con el trabajo incompleto, pero dejando destruida la casa.

“De pronto dañar el mural fue su catarsis”, supone Diana Acevedo Mena, de la junta directiva del Mercado Agroecológico del Quindío – Magro, y administradora la Casa Magro, que en septiembre de este año recibió la buena noticia de que la edificación les sería entregada sin esperar el reto que a ella y a su grupo les esperaba. “Pintamos de amarillo el muro manchado y vamos a tener unas plantas colgantes ahí. Le estamos dando vida a la casa… siempre dándole amor a las cosas”, dice. Un acto que además, lleva en secreto, una función como de exorcismo: para alejar la corrupción que habitó en sus muros desde hace años, apaciguar esos fantasmas clientelistas que la guardó durante mucho tiempo, calmar la intempestiva furia de quienes sabiendo que no debían invertir allí quisieron saltarse la Ley, como siempre lo habían hecho. Sí señores: estamos hablando de la antigua sede de un movimiento que lideraba una ex alcaldesa muy cuestionada.

La foto de la entrega con Mineducación, Gobernador, Diputada, Alcalde y beneficiarios.

Recibir la casa para levantarla

La entrega oficial la hizo en septiembre, el ministro de Educación, José Daniel Rojas, que delegado por Presidencia de la República, visitó al Quindío para la entrega de varios bienes inmuebles recuperados por el Estado a través de la figura de extinción de dominio. En esta ocasión se otorgaron en comodato el edificio Asturias, que será convertido en residencias estudiantiles por parte del Gobierno del Quindío; el predio Guadualito a la Asociación Quindiana de Trabajadores; la finca Babilonia a 6 familias productoras maracuyá, frijol, ahuyama, banano, plátano y sandía; y dos inmuebles que serán sede de procesos culturales por parte de organizaciones sociales.

Uno de ellos es la Casa Magro. El otro es la Casa de la Paz, ubicada en inmediaciones de Mocawa, sector de Providencia en la capital quindiana y que fue adjudicada al Sindicato Agrícola del Quindío. Ambas iniciativas responden a procesos asociativos y solidarios con trayectorias sólidas y reconocidas. Sin embargo, la entrada en la ecuación de una sede física es un desafío para estas organizaciones, acostumbradas a otro tipo de dinámicas.

“Estamos muy agradecidos con la SAE y con el Gobierno nacional por tenernos en cuenta, porque nosotros ni siquiera nos habíamos postulado para recibirla. El estado en el que recibimos la casa no es su responsabilidad, fue de las personas que desocuparon y que pensaron que era lógico y estaba bien hacer los daños, dentro de su ética personal. Pero ya queremos dejar todo eso en el pasado y venimos con una invitación a construir. Queremos que las personas se unan a la minga y que nos visiten, que asistan a la programación que tenemos y que consuman, porque necesitamos generar recursos para la reparación, pero también para el mantenimiento”, me dice.

-La gente piensa que uno recibe un predio de la SAE y todo lo paga el Gobierno- le comentó.

-La verdad es que nos entregaron el inmueble al día con los servicios públicos, pero de ahí en adelante nos toca autogestionar todos los gastos. Y estamos hablando de una casa de 532 m2, a la que ya le reconstruimos el cableado eléctrico, que es bastante costoso. Ya pintamos un mural externo con la ayuda de Yina, de La Intrusa Editora y la profesora de Artes Visuales de la Universidad del Quindío, que también donó unos días de trabajo con sus estudiantes para intervenirlo.

Y es que, detrás del esfuerzo que representa para estas organizaciones el sostener sus nuevas instalaciones, radica una promesa bastante valiosa, como lo cuenta Carlos Andrés Quintana, de Casa de la Paz.

-Nosotros no tuvimos los problemas de los compañeros de Magro, el inmueble estaba en buenas condiciones. Lo único es que antes acá funcionaba un estudio webcam y la habían dividido en cubículos. Nos tocó demoler las divisiones para poderlo convertir en la zona común de trabajo. Esas adecuaciones corren por cuenta de nosotros porque la figura que se utilizó permite que después de determinado tiempo pase a titularse a nombre del depositario.

Así quedó la casa al momento de pasar a manos de Magro.

A prueba la acción solidaria

El merequetengue con una casa cultural compartida –lo sabemos por experiencia- no se limita solo a la parte financiera: también requiere de acuerdos internos para permitir que la parte administrativa funcione.

-Pues nuestra experiencia es en el mercado, pero manejar una casa tiene otras características que han hecho de esta experiencia algo… retador, es diferente- continúa Diana -Por ejemplo, yo hago parte de la junta directiva como secretaría y tenemos una junta, fiscales, hacemos asambleas para que la gente sepa lo que estamos haciendo. Estamos haciendo pedagogía y eventos al interior, para irla activando mientras montamos la tienda. Es una dinámica totalmente diferente al mercado.

Y es que Magro está en consolidación del nuevo modelo de negocio, pero las expectativas las tienen claras. Junto con el mercado, ocupan sus instalaciones la ONG Amar es Más, La Intrusa Editorial y hace poco, una tienda de derivados naturales. Pero la idea es constituir una tienda que ofrezca permanentemente los productos de 46 asociados y sus aliados y amigos ocasionales, con lo que el universo de productores que estarían representados allí podría subir a 80. Un portafolio de alimentos orgánicos, transformados y otros bienes generados bajo los modelos agroecológicos que han caracterizado a su ejercicio a lo largo de 23 años de trayectoria.

-También vamos a tener un espacio en el que se comercializará, tanto el café como el cacao de nuestros asociados, talleres y actividades, como un servicio a la comunidad sobre salud, bienestar, alimentación saludable y consciente orientado al público en general. Sin embargo, el espacio que se logró concertar con la Gobernación para estar cada primer y tercer sábado del mes en el Centro de Convenciones no desaparecerá, porque este es un escenario que usamos también para hacer trueque, para encontrarse con los compañeros… es una especie de ritual para varios de nosotros.

Las acciones de recuperación del inmueble no han terminado, pero ya se ve el amor.

En cuanto a la Casa de la Paz, sus ocupantes también se encuentran en un estado de constante ajuste organizacional para ir dándole respuesta a las necesidades que vayan saliendo, como me lo cuenta Quintana.

-¿Qué organizaciones se han unido para habitarla?

-El comodato quedó en manos del Sindicato Agrícola del Quindío, que a su vez acoge al Taller Popular de Artes. Pero además está la YMCA y la Fundación Supervivientes Maná – Fundamaná.

-Y cómo se están ajustando para la toma de decisiones, los asuntos financieros, la convivencia…

-Cada organización tiene su oficina, en la que se desarrollan las actividades propias, pero se ha determinado que el espacio común entre ellas sea, en sí la Casa de la Paz, una iniciativa que proviene de varios procesos que se han hecho a nivel nacional y se quiere replicar en cierta medida, centrada en derechos humanos, memoria histórica y el marco de los Acuerdos de Paz de La Habana. Para poder articularnos en el trabajo común, hemos venido construyendo una metodología que permita administrar el espacio según las necesidades de cada organización, y así ha sido la distribución en el pago de los servicios.

En cada casa hay presencia de verdaderos estandartes de la acción solidaria en el Quindío: a la izquierda, Antonio Arbeláez, de la Red de Familias de Custodios de Semillas, y a la derecha, Libia Ospina Criollo, de la fundación Supervivientes Maná.

Añade que se ha desistido inicialmente de hablar de ‘arriendos’, cambiando al concepto a acuerdos mutuos en los que se van cubriendo los gastos.

-Hemos creado una especie de coadministración en la que hay un representante por cada organización y que se reúne para afrontar las eventuales dificultades. La Casa de la Paz apenas está empezando como proyecto, y por el momento no nos hemos encontrado con muchos problemas en el manejo del espacio, pero trabajamos en pro de que todos podamos beneficiarnos del espacio común y respetando las actividades de cada organización. La idea es que pronto podamos empezar a articular estrategias que integren a las 3 organizaciones.

Es decir, la Casa de la Paz avanza en un proceso embrionario antes de abrir las puertas a la comunidad. A diferencia de la Casa Magro, a la que su particular historia le obligó a arrancar con una programación constante que busca recaudar fondos y que puede ser consultada en la cuenta de Instagram de la organización.

“Somos como los hijos de don Antonio Arbeláez, el custodio de semillas que arrancó con todo esto hace más de dos décadas. La constancia es lo que lo ha mantenido en ejercicio, sumando personas e iniciativas, y convirtiéndonos en una familia. Lo que nos deja es esta historia y el proceso que se ha creado. En últimas, somos referente de resistencia y autonomía”, afirma Diana. Y viéndolo bien, este es solo una prueba más para demostrarnos de la madera de la que están hechos. Ahora está en nosotros entrar a fortalecer estos dos espacios que llegan a fortalecer debates como la sostenibilidad, la sana alimentación y la recuperación de los saberes ancestrales, por un lado, y los derechos humanos, la memoria histórica y la paz por el otro. Desde El Cuyabran Post, nos ponemos a la orden ya ¿Qué hay para hacer?

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