El talento de los estadounidenses por hacer espectáculo de todo nos sobrepasa. Eso, sumado a la influencia real de lo que pase en la nación del norte en nuestras vidas cotidianas, es lo que nos tiene pegados a las pantallas (es un decir, no es para tanto) para seguir la campaña presidencial. Con la renuncia a su aspiración, Joe Biden deja en vilo en medio de memes por sus salidas en falso, y hasta la convención demócrata, el nombre del contendiente del ex presidente Donald Trump, acusado de 34 cargos de falsificación de registros comerciales.
¿Quieren show? Trump sabe de show. El fin de semana enfrentó un atentado en su contra, propiciado por un balazo que le pasó por la oreja y originando una foto sospechosamente perfecta: rodeado de su personal de seguridad agachado y sin las mínimas medidas para su protección, el magnate se estira por encima de ellos con el puño en alto y actitud desafiante mientras recorta un cielo azul en el que ondea la bandera. Una foto perfecta de campaña que, donde fuéramos mal pensados y supiéramos de estrategia, calificaríamos como un montaje para impulsar su proyecto electoral y convertirse en símbolo.
Y del otro bando, las apuestas se dividen entre dos posibles sucesoras de Biden: la ex presidenta Kamala Harris y la ex primera dama Michelle Obama: dos mujeres que, vistas desde Colombia, significan lo mismo: dos mujeres negras de pensamiento progresista. Nada mejor para desarmar la estrategia de su anaranjado contendor, que se ha centrado en atacar ad hominem a Biden y que ahora se verá en aprietos para aplicar la misma sin sonar machista o racista. (Puede que ni le importe).
Todo esto en medio de varias crisis internacionales que avanzan con el concurso de Estados Unidos, con Zelenski desde Ucrania y Netanyahu desde Israel, pidiendo constantemente el apoyo militar y las sanciones económicas. Con una Claudia Sheinbaum en México que podría ser aliada o no de sus políticas migratorias. Con una tensión creciente entre las dos Coreas. Estados Unidos está en todo. Y queramos o no, somos testigos de una elección que parece subir en intensidad con cada día que pasa.
La política estadounidense entonces, resulta entretenida. Y qué mejor que plasmarla en series de televisión. Así que sin más preámbulo y para empezar a empaparse de su muy diferente sistema electoral, les traemos tres recomendaciones. Cada una con un tono diferente, creemos que pueden encontrar su propio nicho entre los lectores del Cuyabran.
The West Wing
Una de las cosas bonitas de la política, y que inevitablemente queda en la oscuridad cuando saltan los escándalos, es su base filosófica. Y en esta se trazaron conceptos que, en papel, harían de esta disciplina una maquinita para hacer el bien. The West Wing es utópica y por lo mismo, adorable. Escrita por Aaron Sorkin, esta ficción muestra un universo paralelo en el que la virtud sobresale por encima de los intereses, encarnado por el presidente Bartlet (Martin Sheen), quien acompañado de su equipo de trabajo se enfrentan a un mundo cada vez más cambiante y complejo con diálogos ricos en inteligencia y humor. ¿Resulta ingenua? Sí. Pero a veces necesitamos un poco de esperanza, así sea en la pantalla. Es como ver Star Trek ambientada en la Casa Blanca.
House of Cards
Si Bartlet es la representación de la ética y los altos valores, Frank Underwood podría ser su contraparte. Manipulador, egocéntrico, mezquino y con más de un secreto en su pasado, el personaje encarnado por Kevin Spacey se ganó su lugar en la historia de las series por el retrato de cómo se mueven a veces las cosas como sustento del poder; acompañándolo está su esposa Claire (Robin Wright), su socia en este proyecto, aunque a veces parezca que lleva su propia y secreta agenda. En últimas Spacey terminó siendo un individuo tan macabro como su personaje, salió de la serie y dejó en su co protagonista la responsabilidad de cerrar la historia. Lástima. Porque pintaba para ser una de las series más redonditas de los últimos tiempos.
Veep
Inevitable comparar a Kamala Harris con Selina Meyer (Julia Louis-Dreyfus). Y no porque se parezcan (espero) sino porque ambas son vicepresidentas que en algún momento se ven impulsadas a lanzarse a la presidencia. En este contexto, se imaginarán, se mueven influencias, contactos y actuaciones non sanctas; pero la diferencia con Veep es su manejo de la comedia absurda. La mezquindad vista desde el cristal de la estupidez, lo ridículo de la ambición desmedida, el patetismo de los personajes que pasan por encima de quien o que sea para lograr sus propósitos, hacen de esta serie un bocadillo de cruda realidad.