Buscando la cordura

Buscando la cordura

Año 2013. Un lunes cualquiera a las 4:30 de la mañana en un barrio popular de Bogotá. El ingeniero neonato orgulloso de su primer trabajo -el que le va a permitir inaugurar un cartón por el que estuvo recluido 5 años en un salón de clase en su ciudad natal- se levanta con las expectativas infladas por la novedad de nuevos territorios, nuevas personas, nuevas calles y nuevas situaciones.

Año 2018. Pasaron 5 años. El ingeniero ve en el reflejo de la ventana de un Transmilenio una expresión neutral, sin vida, rodeado de un grupo de autómatas con el mismo gesto en sus rostros. Unos mirando pantallas, otros simplemente durmiendo, inconscientes de su propia existencia. Engranajes de un sistema que funciona perfecto día tras día para cumplir los intereses de personas mucho más importantes que ellos mismos.

El ingeniero, al darse cuenta de su situación, comenzó a observar su vida, se percató de la rueda de hámster en la que habitaba. Su ciclo diario lo agobió. Subía su piedra hasta la cima de la montaña y al final del día la dejaba caer, para comenzar a subirla otra vez el día siguiente. Este Sísifo moderno comenzó a pensar una vía de escape. Tuvo múltiples conversaciones con su niño interno, construyó unas alas en forma de carta de renuncia y saltó por la ventana.

Tomó un avión con rumbo al destino más lejano posible. Comenzó un viaje sin destino final, sus expectativas volvieron a ser infladas por la novedad de nuevos territorios, nuevas personas, nuevas calles, nuevas situaciones y ahora, nuevos idiomas. Su niño interno estuvo feliz de nuevo, tuvo miedo muchas veces, se perdió otras tantas. La sensación de ser analfabeta por no entender nada de lo que decían los letreros, le pareció cautivadora. Un año de nuevas experiencias pasó y llegó el momento de terminar su recorrido. Recordó la imagen del Transmilenio, el miedo regresó. De pie en el aeropuerto de su ciudad natal, con su maleta en la mano, después de recorrer muchas calles extrañas alrededor del mundo, se encontró con un sabor de familiaridad en el pecho. De nuevo sus plantas fueron novedad, tanto tiempo sin ver sus aves le hizo verlas con otros ojos, el olor de sus calles y el acento de su gente. Encontró en su regreso una nueva forma de ver sus calles, una nueva forma de vivir su ciclo diario, encontró en su rostro una sonrisa, regresó a su casa, encontró su cordura.

Este no es un final feliz, ni siquiera un final; su cordura siguió yendo y viniendo. Lo importante es que su historia aún no termina.


  • La foto de abrir esta columna fue tomada de Pixabay.
  • Las opiniones expresadas reflejan la postura del columnista, pero no precisamente la del medio de comunicación.

One thought on “Buscando la cordura

  1. Apoyo este tipo de artículos porque son de medios de comunicación independientes y transparentes. Espero ver artículos de este tipo. ¡Excelente !

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