Paisaje Cultural Cafetero: ¿Cuento popular? ¿Realismo mágico? ¿Mito o realidad? o ¿La verdad o se atreve?

Paisaje Cultural Cafetero: ¿Cuento popular? ¿Realismo mágico? ¿Mito o realidad? o ¿La verdad o se atreve?

Era una mañana fría y quizás lluviosa en un día cualquiera, corría el año 2011, y estaba sufriendo para escoger cuál sería el tema de mi trabajo de grado. En ese momento, en la Universidad del Quindío y en el resto del departamento empezaba a hablarse de un cuento popular: El Paisaje Cultural Cafetero – PCC: sin duda un tema novedoso, que captaba rápidamente la atención del público, donde había estudiantes, profesores, académicos, políticos y hasta uno que otro incauto. Una vez sofocado el boom mediático, en el entretanto logré graduarme y empecé a trabajar en la Alcaldía de Armenia en uno de los proyectos con los que inicié mi vida laboral denominado el anillo verde del PCC de la ciudad. Para este propósito había que implementar un acuerdo del Concejo previamente aprobado en el 2013 que tenía como objetivo delimitar y proteger las áreas del PCC en el municipio.

No fue nada fácil iniciar la implementación de este proyecto en el arranque de un nuevo gobierno, y como en muchos casos de los que atañen al sector público, en cada cambio se precisan de unos meses de aprendizaje; asimismo recopilar información y reconstruir lo que llamamos comúnmente “Memoria Histórica”, que no es otra cosa distinta que apelar a los buenos funcionarios que guardan un poquito de información en su memoria y ordenador. En el grupo de trabajo que se conformó alrededor del tema, pensábamos en un montón de ideas quijotescas, se hicieron muchas propuestas e idealizamos un sin fin de realidades. ¡Hicimos lo que pudimos mientras pudimos!

Los años pasaron y un buen día me encontré con la valiosa oportunidad de trabajar en la administración departamental del Quindío. Allí el PCC no fue ya solo un proyecto: este es un eje transversal del departamento. Estando allí descubrí que existe un comité departamental al que le duele y le interesa el asunto sobremanera desde entonces y hasta el día de hoy. Sobre esta hermosa declaratoria también observé en mi paso por la gobernación que cada año es preciso rendir cuentas ante Senado, Cámara, Comisiones Intergremiales, Asambleas y Comunidades, entre muchas otras instancias, cosa que por supuesto no está para nada mal: es un deber y un derecho de todos tener la oportunidad de saber qué se está haciendo desde los diferentes sectores, pero lamentablemente con tanto informe y tan poca gente, los esfuerzos reales se quedan en indicadores, informes, oficios… en otras palabras, en el papel y en uno que otro foro o jornada académica que celebramos por lo general un 25 de Junio, con motivo del aniversario del reconocimiento de la UNESCO. Ya hemos superado las bodas de madera, de aluminio y de seda y estamos a dos años de celebrar las anheladas bodas de cristal, pero a pesar del tiempo transcurrido aun seguimos preguntando: ¿Entonces dónde está el PCC?  ¿Lo llevamos en nuestros corazones? ¿Siempre vivirá en nuestros recuerdos?

Para ser sincero y un tanto crítico el Paisaje Cultural Cafetero a mi entender, parece más una novela de Gabriel García Márquez. Es un homenaje perfecto al café, la cultura y al realismo mágico que vivimos en nuestra patria. Son ya innumerables los documentos que se han creado hasta ahora: El plan de manejo nacional, Los planes de acción departamentales y las agendas locales, entre otros. En términos de comités ¡ni para que se los nombro!, de seguro los voy a aburrir y ni se acordaran de ellos, pero cuando los pienso se me viene a la mente ese dicho popular “La mejor manera de matar una idea es creando un comité”. Lo que es realmente sorprendente y viene a colación es que, entre tanto estudio, burócratas y uno que otro académico, todos conocemos qué es el PCC pero aún no logramos un consenso de qué hacer en su nombre o si vale la pena invertir en él.

Apegados a nuestras tradiciones, pensemos en los que creo son los principales mitos y realidades de este tema: Primero hablemos de algunas realidades o verdades comúnmente aceptadas, como que “El PCC no son solo palitos de café”, que “tiene múltiples dimensiones sociales, culturales y ambientales”, que “no es un reconocimiento, es una manera de proteger algo que se está perdiendo” o la consabida “que si no hacemos algo, la declaratoria por parte de la UNESCO se puede perder”.

Ahora exploremos los mitos, esos cuentos que a veces entretienen, pero la mayoría de las veces producen miedos infundados: a saber, que “El PCC es solo para académicos y/o expertos”, que “sobre el tema solo pueden opinar y proponer eruditos”, que “solo es responsabilidad de los entes gubernamentales” o uno que he escuchado frecuentemente en los últimos años: “que solo es una estrategia para incrementar el turismo”. 

Haciendo uso de nuestro poder comunicativo, hemos repetido tantas veces estas frases que en la actualidad ya es casi imposible determinar cuál de estas pertenecen a la categoría de mito y qué otras a la realidad, como ejemplo de lo que dicen por ahí; no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Expresado lo anterior, solo me quedan dos cosas claras: La primera es que el PCC en Colombia y sobre todo en el Quindío sobrevive gracias al esfuerzo de un puñado de personas que trabajan con lo que tienen y como pueden, a pesar de las quejas y tropiezos de una multitud que poco aporta; la segunda es que se trata de un tema que encarna mucho protagonismo, pero muy poca relevancia, y es por eso que hoy les propongo revivir esos años de picardía y que juguemos a la verdad y se atreve, dinámica muy sencilla pero efectiva para avanzar en objetivos comunes, así, aquellos tímidos que siempre escogemos la verdad podríamos por un momento sonrojarnos o palidecer, aceptando que desde la academia no hacemos la socialización suficiente; que desde las entidades públicas nunca se destinan los recursos que amerita; que desde el sector empresarial admitir que el PCC no es una marca, por lo contrario es una responsabilidad; y finalmente desde la sociedad, reconocer que no hemos hecho mucho por aprender y apropiarnos de tan loable propósito.

Por su parte, para los osados, para los que siempre van por lo que quieren, para esos seres sin miedo el éxito, es el momento de actuar. ¡Los reto! a conocer de memoria cuales son los 16 atributos. El nivel 2 del reto es comprenderlos y finalmente el nivel pro es aplicarlos; quizás nos daremos cuenta que es mucho más fácil aportar que delegar culpas, y hasta curiosamente muchos podrían descubrir que están haciendo mucho por el Paisaje Cultural Cafetero del Quindío y no lo sabían, es más no lo sospechaban, y más de uno quedará perplejo de la labor tan ardua y poco reconocida que ha realizado durante esta década.

Es una de esas típicas cosas que no son de nadie y por ello nos pertenece a todos, pero les confío un gran secreto: cada vez que ustedes se suben a un Jeep por las montañas del Quindío, cada vez que un recolector toma un grano de esos que se encuentran en pendientes que dan vértigo mirar a lo lejos, cuando pasamos por las plazas de los pueblos y vemos los granos de café en el pavimento secándose lentamente, cuando nos sentamos en una finca a contemplar los guaduales, nogales, guamos y cedros, ¡todo eso y mucho más es PCC!, porque en resumidas cuenta lo que reconoce la UNESCO es la forma como vivimos, ¡todo gira en torno al café!. En muchas partes del mundo se cultiva el precioso grano, pero acá lo hacemos de una forma única, lo hicimos a nuestra manera de pensar, sentir y vivir, por eso es que es muy válido preguntarnos: ¿Es mucho pedir que trabajemos por mantener y proteger nuestras costumbres y vivencias?


  • Las fotografías de la finca y del trabajador fueron tomadas de Pixabay.
  • Las opiniones acá plasmadas no corresponden puntualmente con las del medio de comunicación y son responsabilidad del columnista.

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