Mea culpa. Porque mientras la COP16 avanza en Cali y el interés de este medio se ubica en estar pendiente de lo que se decida en la cumbre, pusimos en remojo (mas no en el olvido) la entrevista que hicimos a dos de las integrantes del colectivo Arte Munay, el responsable del primer Festival de las Artes Urbanas Juveniles el pasado 19 de octubre en el Museo del Quindío de La Tebaida.
Además de que queremos cumplir con nuestra palabra, lo logrado por estos jóvenes lo consideramos algo grande y valioso, al convertirse en un referente de lo que pueden lograr, con ayuda del Estado (unas entidades más que otras, como ya lo verán), los jóvenes. Sí, esa población que tradicionalmente ha sido ignorada, a la que no se les da presupuesto porque “todavía les falta”, de acuerdo con algunos actores atornillados al poder.
-Me cuentan que salieron ganadores de una convocatoria del ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes…
-Fue en la convocatoria nacional ‘Jóvenes por el Cambio’, para proyectos culturales y artísticos. Se presentaron más de 3000 propuestas y no sabemos en el resto del Quindío, pero de La Tebaida solo fuimos seleccionados nosotros. La propuesta se centraba en el festival, pero incluye más elementos y este, digamos, era un pretexto para unir todo lo que constituía el proyecto. Empezamos con 4 laboratorios creativos enfocados en la poesía, la fotografía, la escultura y el muralismo. De estos, los tres primeros obtenían como resultado de obras creadas por cada uno de los participantes (entre 14 y 28 años), las cuales se exponen en el Museo del Quindío del 19 de octubre y hasta este sábado 2 de noviembre.
Ella es Manuela Ricaurte Romero, actriz, gestora cultural y estudiante de licenciatura en Literatura y Lengua Castellana. A su lado se encuentra Mariana Foronda, artista visual, estudiante de Artes Visuales, cantautora enfocada en temas de salud mental y gestora cultural. Dos de las organizadoras del evento, junto con el sicólogo y representante de la plataforma de Juventudes del Quindío, Juan David Marulanda; el administrador de empresas Brandon Restrepo; y la estudiante de Artes Visuales y creadora de Alya Hierbas, Quendly Guzmán, la cual, reiteran, no es del colectivo, pero lideró el cuarto laboratorio.
-Ella se encargó de liderar el proceso de formación y de coordinar la creación del mural colectivo (el resultado de su proceso), que quedó ubicado en la institución educativa Pedacito de Cielo junto con un grupo de artistas que hicieron presencia para poderle dejar al municipio este aporte- añade.
Pensando en futuros posibles
Sin querer entrar a estigmatizar de manera grosera y arbitraria, hay que reconocer que La Tebaida no es reconocida por ser una cuna de artistas, sino por otro tipo de noticias negativas que son mejor difundidas por la prensa tradicional, como la violencia, el alto consumo de estupefacientes o la descomposición social.
Los integrantes de Arte Munay lo han vivido de cerca, y por eso, y de manera independiente, habían ya generado algunas actividades de menor magnitud que el festival. Hace tan solo 8 meses que se unieron bajo esta sombrilla, aplicaron a la convocatoria y ganaron. ¿La idea? Impactar a los jóvenes de las comunidades vulnerables que suelen alimentar la maquinaria amarillista de las páginas judiciales de los diarios.
-Decidimos enfocarnos en las artes urbanas porque es un término muy amplio en donde puedes encontrar artes plásticas, música… una diversidad que te abre un escenario para una gran diversidad de público y de artistas- interviene Mariana -A veces se desestima este tipo de expresiones porque se considera como muy callejero. Pero realmente tiene un valor grandísimo y nos dio la oportunidad de abrir las puertas para que estos jóvenes pudieran expresarse en un medio distinto al que sus entornos les ofrecen y donde puedan crecer. Por eso los laboratorios fueron abiertos al público, completamente gratuitos, incluso les dimos los materiales.
En ese proceso de leer su propia realidad para construir el proyecto, los gestores unidos en Arte Munay se dieron cuenta que, para impactar de manera efectiva a esta población, era necesario incluso, resignificar espacios como el Museo del Quindío. Lejano de los parques principales, y en medio de una vía que por lo general solo es transitada para salir del municipio, este recinto se ha convertido en un foco de consumo de drogas. El estigma de la población, junto con el abandono de las sucesivas administraciones que han pasado por la alcaldía, han llevado al museo a ser marginalizado.
Fue allí donde el colectivo logró su segundo hito (el primero, ganando la convocatoria).
El Festival que se convirtió en un hito
El 19 de octubre fue el día para el Festival, justamente en el museo. Sorteando un inconveniente de última hora, se abrieron las puertas. Las exposiciones de fotografía, escultura y poesía dieron crédito de lo logrado por jóvenes que tenían tal vez, su primer contacto con el arte. Y eso se sintió. Afuera, en la plazoleta, los visitantes encontraban una feria de emprendimiento y artesanía. Y en medio del consumo, tanto a estos como a los comerciantes que tienen sus locales en los alrededores, se logró reactivar una parte de la economía local. Más allá estaba la tarima, con un cartel de músicos locales de diferentes géneros, y que encabezaba la intérprete de hip hop bogotana La Farmakos.
-La respuesta fue muy linda de parte de los asistentes y los buenos comentarios de los comerciantes que se vieron beneficiados con la reactivación del espacio- señala Mariana -Fue un evento que catapultó a artistas de acá, increíblemente talentosos, al punto de que la gente pensaba que no eran del Quindío… realmente ellos nunca tienen el espacio, siempre les dan el peor sonido, en el peor escenario, no les dan publicidad, les pagan con trago…
-Queríamos que el festival fuera de alto nivel, que dejara algo que contar y que tuviera un mayor valor artístico, pero realmente resultó mejor de lo que esperábamos- añade Manuela -Muchas personas que no nos quisieron apoyar en un principio, nos empezaron a escribir en el transcurso para unirse, porque por primera vez se tuvo una pantalla gigante, una tarima facilitada por la Gobernación, un sonido profesional, una luna de casi 6 metros. Una logística que unió varias artes para que convivieran.
Y mientras el primer Festival de las Artes Urbanas Juveniles dejaba un buen sabor de boca y quedó como un legado de lo que los jóvenes pueden hacer con un apoyo reducido, en otra parte de la localidad las grandes licoreras que les dieron la espalda, patrocinaban un concierto de música popular. Al día siguiente el balance era tangible: mientras la cantina abierta dejaba tras de sí un rastro de basura y suciedad, el museo al que todos le han dado la espalda relucía por su limpieza y organización.
-Así pasa a veces, en este pueblo de valores invertidos- les respondo –Bueno y en adelante ¿que se piensa hacer?
-La idea es seguir creando espacios. Queremos ubicarnos en la Casa de la Juventud, que es otro lugar que está muy abandonado por las entidades públicas, para hacer un evento más o menos una vez al mes, para compartir nuestras artes y culturas. Y para el próximo año pensamos postular el festival a muchas convocatorias. porque queremos un evento de dos días con un artista internacional- revela Mariana.
-Si escribe eso, nos obliga a hacerlo- interviene entre risas Manuela. Vaya pues su pedacito de presión. Pero no solo para ellas, sino para las licoreras, para la Alcaldía, para la empresa privada y para toda la comunidad. Si ellos tienen la receta para empezar a curar heridas en ese tejido social, ¿qué mejor retorno a la inversión que una comunidad saneada al mediano plazo?