El haber pasado por la política solo representó un ejercicio de representatividad para Beatriz Helena Losada. Un propósito más grande parece esperarla en su camino: el de abrir los caminos de la educación mediante formas no tradicionales y desde una esquina que para muchos es sinónimo de fiesta: la música electrónica. Su metodología, basada en este género, ha demostrado interesantes resultados en campo, con niños y jóvenes de varias edades, y ha demostrado su versatilidad en otros grupos poblacionales con diversos objetivos.
“Siempre me he movido en el mundo de la electrónica porque fui DJ. Con el tiempo fui metiéndome en el mundo de la pedagogía infantil, y a mitad de la carrera en Licenciatura en Ciencias Sociales empecé a trabajar en esto como un proyecto de grado. Empezó con un festival al que le siguieron algunos talleres realizados en las Instituciones Educativas de Armenia. Esto se convirtió en mi proyecto de grado”, explica.
La metodología se llama Groundkids. Y a través de ella ha podido enseñar conceptos de matemática, por ejemplo, enseñándole la progresión de pasos necesarios para producir un tema. Los niños aprenden los números en orden, siguiendo el procedimiento que deben llevar a cabo en el controlador (la consola física que los DJ manipulan para reproducir una pista mientras modifican atributos como la velocidad, el timbre o el eco de las notas). “Con niños de más edad, pueden aprender, por ejemplo, sobre fracciones: el beat del track (el tema musical) es la velocidad con la que suena, y esta se mide en ¼, 1/8 y así. Llevando el ritmo primero con las palmas y luego en el controlador, estos conceptos se aterrizan en algo más concreto”, indica.
Beatriz recuerda que, haciendo el trabajo de campo para su tesis de pregrado, alcanzó a trabajar con más de 11.000 niños de la capital quindiana. “Mi profesor me dijo que tenía con qué crear una metodología, porque tenía mucho material recopilado y me sugirió para esto, levantar etnografías por poblaciones, y adelantar estudios cualitativos y cuantitativos. Este mismo proyecto lo estoy desarrollando ahora, que curso una maestría en Innovación Educativa, con un objetivo superior: generar un sistema de calificación diferente a la escala de 0 a 5”.
La razón parte de uno de los pilares teóricos de Groundkids: la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, que completa la trinidad que inspira la metodología junto a autores como Vigotsky y Piaget: “Por ejemplo, yo para las matemáticas soy muy floja, pero para la lectura, para el arte, para crear proyectos metodológicos, soy excelente. Sin embargo, me califican con un número, y como me fue regular en el colegio con matemáticas, soy un 3. Eso en un niño mata sus otras habilidades, lo desmotivan, pierde la autoestima y la seguridad”.
Partiendo de la teoría y confrontándola con la práctica, se ha dado cuenta de otros detalles que en un principio uno no tendría en cuenta, como la correlación entre la edad de los alumnos y la velocidad del beat: “A niños de 3 meses a 2 años, no les puedo colocar un BPM de 140 porque le puedo causar daño. Me toca dejarlo por ahí en 112, géneros como el ambient o el minimal, mientras que de entre 8 y 12 años, el 145 (el drum n´ bass) es genial”.
El modelo propuesto por Losada da la vuelta a la ecuación: llegar a los contenidos más lógicos desde el disfrute del arte y el juego. “Si uno de adulto ve todos esos botones y se le hace novedoso, imagínese para un niño: termina siendo un juguete, que además puede llevar a otros caminos académicos que es a lo que me he enfocado, que esto aterrice en contenidos y secuencias didácticas”.
La novedad no solo atrae a los más pequeños. Sin buscar el rigor investigativo que tiene con el grupo de estudiantes, Beatriz ha llevado su modelo a otras poblaciones como los adultos mayores, que han encontrado en el acercamiento a las consolas un ejercicio de retrospección, rememorando las épocas del disco y el vinilo; ha logrado la interacción social de personas con síndrome de Down o autismo; e incluso en próximas semanas estará, por segunda vez, en un convento, compartiendo con un grupo de religiosas.
“La primera vez fue en Cartago y próximamente estaré en Montenegro. Ellas quieren tocar el controlador, experimentar con él, y como ellas hacen cantos gloriosos, los quieren hacer a través de la electrónica”, narra con una sonrisa. “¿Y mientras tanto que pasó con la carrera de DJ? le pregunto.
-Con el tiempo me di cuenta que los escenarios no eran lo mío, que me gustaba más la enseñanza. Por eso lo aplico a los niños y si puedo aportar conocimiento lo daré. Si volviera al show seria produciendo en vivo, no mezclando. De pronto, teniendo sintetizadores y modulares, ahí ya es otro cuento y de pronto me motivo. Mientras tanto, no.