Galvis: La palabra pactada

Galvis: La palabra pactada

El día que Juan Miguel Galvis se subió a una tarima en Containers City y oficializó su campaña a la Gobernación, una multitud importante lo acompañó. Era la muestra de que un proyecto que se hacía viable pese a haber empezado con dificultades, en reemplazo de otro que nunca cuajó, con demoras y sin más respaldo partidista que el aval logrado con Creemos. Fue un acto que se mostró promisorio pero incierto en adelante. Y sin embargo en sus recorridos a las comunidades para presentarse como una opción, se empezó a notar que conectaba con la gente, y esta lo retribuía con una especie de cariño y confianza recíprocos.

Normal en las lides de la política electoral ¿cierto? No falta candidato que abrace a su pueblo, que ayude a echar pala, a cargar racimos de plátano, a levantar niños mocosos. Todo para la foto. Pero Galvis ha demostrado una sinceridad incuestionable, si de empatía con las poblaciones se trata. En el medio año que lleva de mandato se ha dedicado a llevar su Gobierno a la gente. Y eso se agradece: que sea coherente con el personaje que se lanzó en campaña a ganarse la confianza.

El salentino ha organizado una intensa agenda para aprovechar los días hábiles de la semana en temas de gestión con el Gobierno nacional, gremios, alcaldes, diplomáticos y otros actores de la institucionalidad. Pero sus fines de semana son sagradamente, para hablar con el pueblo. ¿A qué hora descansa Galvis? Pues parece que el contacto con la gente lo recarga: el mandatario se saca la camisa y se funde con el pueblo, conversa hablándoles a los ojos, con interés genuino de lo que tienen para contarle.

Así pasa con las actividades de Gobierno en la Calle en los cascos urbanos, y se nota aún más con los eventos que adelanta en veredas de cada municipio para celebrar la labor campesina. Hasta el momento, habiendo realizado 7 de estos en puntos como La Virginia (Calarcá), La Nubia (Salento), La India (Filandia), Río Verde Alto (Córdoba) o La Mariela (PIjao), el gobernador moviliza una logística importante que incluye tarima, pantalla gigante, sonido amplificado, artistas, regalos, comida y animadores, ofreciéndole a la ruralidad la atención que desde la capital nunca se le había prestado.

Y obvio que en tarima promete. Pero es que a los días lo cumple. Habló de dotar de uniformes a los niños más vulnerables de la Cordillera y ahí los tiene estrenando. Habló de entregarle a las Alcaldías autobuses para que puedan transportar a sus comunidades y lleva tres entregados. Habló de convenios solidarios con las Juntas de Acción Comunal para recuperar sectores viales deteriorados y ya entrega resultados. Es de lógica que se vaya ganando con rapidez los favores de la ciudadanía. Pero que sea de lógica no quiere decir que sus maneras sean compartidas por muchos de quienes obtienen, mediante voto popular, un rol en la administración pública, de cualquier nivel de Gobierno. Juan Miguel (al igual que su antecesor, Roberto Jairo Jaramillo) parece haber heredado los valores de la gente de antes, en los que la palabra sí valía, y que con un apretón de manos se adquiría un compromiso más fuerte que un contrato.

Ojalá ponga de moda ese tipo de honradez, a ver si logramos que, durante varias administraciones, los mandatarios de turno trabajen bien para que en un par de generaciones veamos los resultados de una sociedad que superó la desidia y la corruptela, como pudo haber pasado años atrás con Bogotá o Medellín. Lo que necesitamos es una buena racha.


Las opiniones acá expresadas representan la postura del columnista y no precisamente del medio de comunicación.

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