Como un placebo, se sintió la segunda jornada del Día sin Carro y sin Moto del año en Armenia, que se llevó a cabo el pasado jueves 26 de septiembre, luego de una primera que, recordemos, fue en el mes de mayo. Me atrevo a decir que es como un tiro al aire: da una sensación de bienestar durante 12 horas y luego nada cambia.
Esta medida, mas que un cambio significativo (algunos diríamos que es un saludo a la bandera) busca crear conciencia sobre el uso eficiente de la infraestructura existente, disminuir la emisión de gases producto de la combustión interna, bajar los niveles de contaminación auditiva, y en general, mejorar las condiciones de tránsito en nuestra ya antigua y paupérrima infraestructura de transporte.
Cabe recordar que en Armenia no se construye un Km de vías nuevas hace muchos años. Actualmente estamos a la espera de la fallida obra por valorización de la calle 19N con un tramo de 400 m; pero en términos absolutos, Armenia y su administración no han sido capaces de ejecutar verdaderas obras de infraestructura que modernicen, dinamicen y regulen la ya caótica movilidad de nuestra ciudad. Si bien está demostrado que a mayor cantidad de vías o carriles disponibles el tránsito tiende a empeorar (incrementa la cantidad de usuarios promedio), las ciudades deben revisar sus modelos de ocupación, expansión y planeación del territorio. En este sentido, las vías resultan fundamentales para que las ciudades se dinamicen y que las personas se puedan movilizar. Ya hablaremos en otra oportunidad de los modelos de ciudades de 15 minutos.
A la atrasada infraestructura que de entrada es un problema enorme y sin una solución plausible en el corto o mediano plazo, debemos entrar a sumar factores como el aumento muy acelerado del parque automotor, que en cifras oficiales se calcula en alrededor de los 200.000 vehículos (Autos – motos – pesados – transporte); agreguemos a la ecuación del caos el parqueo indebido en toda la ciudad, el mal uso del espacio público que obliga al peatón a bajarse del andén, un sistema semafórico en precarias condiciones, y en general una cultura ciudadana venida a menos hace muchos años; tenemos entonces la receta perfecta para el caos y tiempos excesivos en los desplazamientos, cifras que si las convertimos a productividad nos dejan con una calificación lamentable (por ser decente en mi apreciación).
Ahora bien, volvamos al día sin carro y sin moto; según cifras del secretario de Tránsito, dejaron de circular al menos 190.000 vehículos. Algunos, tal vez llevados por su conciencia ambiental, convicción propia o por el simple hecho de ser “rebeldes con causa”, son los primeros en aplaudir este tipo de medidas, que a juicio de este servidor, rozan con la ambigüedad y el totalitarismo (al igual que el pico y placa). Se preguntarán el por qué de este punto de vista tan “facho”, como dirían algunos. Pues bien, apreciados lectores, para sorpresa quizás de algunos, soy un defensor de la pirámide de la movilidad, pero también soy una persona realista y en lo posible pragmático a la hora de hablar del tema.
Como cualquier sociedad civilizada, toda convivencia debería partir del respeto y de la educación; sin embargo en la práctica (hablando en términos de movilidad urbana) ni siquiera sabemos cruzar una calle, estacionarnos debidamente, dar prelación al usuario mas indefenso (el peatón o el ciclista), y esto, queridos amigos, no se aprende con multas y sanciones. Ya es hora y lo es hace mucho tiempo, de introducir la cátedra de movilidad a nuestros niños. Ahora bien, vamos un poco a la fantasía de una ciudad eficiente e inclusiva: una ciudad que se piense y se sienta al momento de planearla ¿les suena de algo los POT?. Pues bien, los cambios, si se pretende que funcionen y perduren en el tiempo, requieren de mucho más que de un día en donde nos cercenen el derecho a movilizarnos como mejor consideremos; los cambios efectivos parten de dos ejes estructurantes básicos:
- Educación y pedagogía: ya explicamos que solo a punta de multas no se arregla un problema que está enquistado muy dentro de nosotros.
- Acciones reales: estas deben estar encaminadas a desincentivar el uso del vehículo privado, pero no con sanciones por pico y placa sino con un sistema de transporte que realmente nos conecte como individuos con la ciudad. Para esto se requieren años de planeación y voluntad política, inversiones reales y efectivas en planeación, construcción, operación y mantenimiento de sistemas de transporte robustos, cómodos, seguros y eficientes
Y es quizás donde ciudades y políticos como los nuestros se quedan muy pero muy cortos, porque no ven mas allá de sus 4 años de “puesto”, y no viven y sienten la ciudad como propia; estamos a años y muchos trancones de solucionar una problemática que todos los días tiende a empeorar. Mientras no entendamos que el éxito en la movilidad no es subirnos a nuestro propio carro y por el contrario ese éxito radica que no tengamos la necesidad real de utilizarlo porque tenemos sistemas robustos, cómodos, seguros y eficientes, no tendremos una movilidad más amable.
Y para la muestra, no hay que ir tan lejos, porque sucedió el mismo día, pero después de las 7:00 p.m. cuando culminó la medida, y el caos regresó como si nada hubiera pasado. Como quien dice, esa platica se perdió.
- La imagen de la pirámide de jerarquía fue suministrada por el columnista.
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