Este artículo fue largamente planeado y constantemente pospuesto. Como pasa con este tipo de entrevistas, no es por falta de voluntad sino de tiempo del personaje. Y es que Eduardo Grajales Hernández y sus socios Rogelio Gutiérrez y Miguel Ángel Mejía (columnista de este mismo medio) se enfrentan hoy en día a una agenda a tope, tanto con sus obligaciones particulares como con Antis Trail Expedition, la empresa que crearon hace menos de un año pero que ha suscitado un interés bastante interesante, si se tiene en cuenta su objetivo.
-Trabajamos en turismo regenerativo.
-Cómo es eso… digo para gente de ciudad como yo- le consulto.
-La idea es que, luego de hacer los recorridos con nuestros clientes, podamos hacer un proceso de restauración para el aumento de la cobertura vegetal del ecosistema visitado, utilizando estrategias low cost. Es algo que se hace de la mano con los administradores del sitio, pero si el visitante quiere tener la experiencia de sembrar el árbol, pues también se le permite.
Pero las acciones de recuperación solo representan uno de los componentes de la oferta del operador turístico, porque lo que más me llama la atención es la guianza que ofrecen a sus usuarios. Una para la que tienen las mejores credenciales: los tres socios son biólogos de profesión, con una amplia experiencia en acciones de restauración, consultorías ambientales, proyectos con comunidades en torno al aprovechamiento sostenible de las plantas, servicios ecosistémicos y manejo de áreas de interés estratégico.
-Con Miguel nos conocimos trabajando en una entidad pública, mientras que Rogelio laboraba en una consultora en Armenia que se llama Salvia Consultores. Pero además Rogelio y yo habíamos estado vinculados con el turismo en Salento. Un día Miguel nos llamó y nos dijo que estábamos todos en cuentos parecidos y que intentáramos trabajar en conjunto a ver cómo nos iba.
El germen de la idea data de 2023, y la empresa nació apenas en febrero de 2024. Hoy en día, simplemente no dan abasto. Movidos por su presencia en redes sociales y con un voz a voz que crece exponencialmente, han atraído tanto a público colombiano como extranjero, que encuentra en sus recorridos la mejor manera de acercarse a una biodiversidad exuberante pero en riesgo como la del Quindío.
Para los gustos los colores
Hoy, Antis Trail Expedition ofrece diferentes rutas como Morrogacho, Cocora, Santa Rita, La Carbonera o Parques Nacionales, por ejemplo. También hay experiencias específicas, como una en Pijao que ya venía trabajando Eduardo antes de la creación de la compañía.
-Se llama Experiencia Marteja y nació con el deseo de dar a conocer el Aotus lemurinus, el único primate nocturno de Suramérica, y del que tenemos poblaciones en el Quindío. En Pijao hay un lugar conocido como el Bosque de las Martejas, que es un laboratorio vivo en el que Sebastián Montis y otros profesionales han estudiado la especie por más de 15 años. Por lo general todos tenemos la imagen del mono aullador: el monito rojo subido en una rama con la boca abierta, pero este otro primate es muy desconocido.
-¿Entonces este recorrido es nocturno?
-Empieza a las 4:00 de la tarde y termina a las 7:00 de la noche. No es más largo por dos razones: la primera es que, para el avistamiento de primates, se recomienda no tener una interacción más allá de hora y media o dos horas para no alterar sus dinámicas ecológicas y comportamentales. Lo segundo es que la gente se asusta pasar más de dos horas en un bosque a oscuras… (ríe)
Obviamente, no todos los planes son por la noche. Como no todos exigen escalar montaña. La pregunta era obvia: Qué estado físico se requiere para aguantar una caminada tan seria. Eduardo garantiza que hay diferentes niveles de dificultad y que la única recomendación es no presentarse al recorrido con alguna dolencia, preferiblemente sin historial de lesiones, “pero he tenido grupos que van tan entretenidos con lo que se les va contando que ni se dan cuenta del trayecto sino hasta que llegamos al destino”.
Lidiando con la fauna humana
-Supongo que alguien habrá querido llevarse a su casa un piecito de orquídea…
Eduardo ríe. Efectivamente.
-Hay una de género Epidendrum que es muy habitual en Cocora. Por lo general, y medio en broma, les explico a los caminantes que su mayor amenaza son las abuelas y las tías.
Este hecho no dejaría de ser un detalle de color, sino encerrara un tema más profundo y que afecta directamente a la biodiversidad: el tráfico de especies. Conscientes del riesgo que esto representa, me cuenta que, al momento de conocer a sus posibles compradores, les hacen un perfilamiento para saber qué motivaciones los han llevado a contactarlos. Los trayectos se hacen con los celulares apagados para evitar que se rastree su ubicación. Y al momento de tomar las fotos, se desactiva la ubicación. Todo para evitar que, personas inescrupulosas sepan la locación de alguna planta o animal que pueda ser víctima del delito.
-¿Han pensado en vincular el turismo científico que ustedes ofrecen con experiencias de turismo comunitario que le permita a las familias campesinas de estos sectores, ofrecer también sus productos?
-Se ha pensado desde un principio y tenemos algún acercamiento, más que todo en Pijao. Para ingresar a su predio pagamos una entrada y le damos el espacio para que hable con los visitantes, que cuente su historia. Si tiene un estanque de pesca, si cría pollos o si cultiva su propio café, es probable que una vez bajemos de ver las martejas, los turistas le compren. Igual, son dinámicas que toman tiempo para concretarse de manera viable, pero sí lo tenemos contemplado.
De corredores y ecosistemas
No podía dejar de preguntarlo: cómo se ve desde la alta montaña la aseveración del instituto Alexander von Humboldt de que el Quindío es uno de los territorios más transformados del país y con un altísimo riesgo de pérdida de su biodiversidad.
-Es cierto, por una razón sencilla: porque es muy pequeño. ¿Que si hay lugares pristinos sin intervención de la mano del hombre? Los hay, con una reducción en el impacto en los últimos 30 o 40 años, pero no quiere decir que no haya habido impacto atrás. Las zonas de páramo en Salento y Calarcá, estuvieron fuertemente impactadas por la producción de papa, pero hace cuánto que no se siembra… En toda la zona cordillerana hay bosque alto andino afectado por la ganadería de leche. Subsisten unos remanentes que ecológicamente no han sido intervenidos, pero son muy pequeños. No hay ecosistemas que no hayan sido tocados, pero hay pequeñas representaciones.
-¿Pero sobreviven corredores biológicos que garanticen la movilidad de los animales o son islas?
-Depende del grupo biológico desde donde lo mires. Por ejemplo, las martejas son animales de unos 40 centímetros que se desplazan máximo 8 kilómetros y pueden vivir muy bien en islas muy grandes de bosque. Pero un puma, un oso de anteojos o una danta que suelen andar de 30 a 45 km sí lo sufren. La empresa del pino dice que hay movilidad en sus predios porque captaron un puma con sus cámaras trampa, y es una manera de evidenciarlo, pero la realidad es que el puma por algún lado tiene que pasar. Eso no significa que cumpla la función ecológica que debería tener, porque para el felino puede funcionar, pero para un primate, aves o ranas tal vez no.
Sin embargo, Eduardo se muestra optimista.
-Algunas iniciativas de hace 20 o 30 años están dando resultado. Esfuerzos de la CRQ o de la Gobernación para adquirir áreas y destinarlas a la protección han reducido presión sobre los ecosistemas. Una vez vi una taira, y se consideraba extinta en el departamento durante muchos años; en Calarcá se fotografió una ardilla andina, que se creía desaparecida. Hay esperanza. Toca hacer las cosas bien, si los presupuestos que se tienen para la naturaleza, los Pagos por Servicios Ambientales o todas estas dinámicas, que se hacen efectivas, sí funcionan. Igual, la naturaleza es resiliente, si uno deja de podar a los días salen matas de cualquier lado.
-Con este clima todo pega- le comento.
-Así como dicen las abuelas y las tías- me responde.