Resulta increíble y triste a partes iguales, que de los lugares claves para la conservación de la Palma de Cera del Quindío, solo uno esté, precisamente, en el Quindío. Y que aparte, se haya convertido en un decorado para foticos de Instagram sin garantizarle a la especie su supervivencia. Lo decimos sin ruborizarnos: ver sus especímenes dispersos en medio de potreros gigantescos habitados por turistas es simplemente ver un desierto, porque en este entorno no volverán a crecer individuos. Las palmas que nos maravillan en Cocora, simplemente están muriendo. Y no hay quién las suceda.
¿Cuáles son los otros santuarios? Salamina, Caldas; el corregimiento Tenerife, de Palmira, Valle del Cauca; y tres enclaves tolimenses: Roncesvalles, Anaime y y Tochechito. Precisamente en este último, en jurisdicción de Cajamarca e Ibagué, acaba de concluir una iniciativa de conservación única y muy particular. Y es porque no se fundamente en un acto administrativo, un decreto o una resolución para haberlo logrado. De hecho, sus gestores decidieron alejarse a propósito de estos instrumentos jurídico, para alejar los temores y apelar a la convicción de los residentes de la zona. Y por lo que nos cuenta Jorge Hernán López Guzmán, representante legal de la Fundación Ecológica Las Mellizas, se están subiendo al bus de la preservación de estos espigados gigantes, alguna vez nombrados como representantes del árbol nacional… aunque más allá del documento no hayan recibido más atención del Estado.
(Y acá vamos a hacer una aclaración que alcanzó a asustar al entrevistado: no todas las opiniones acá incluidas son de su autoría. Por lo general las más críticas van a salir del medio de comunicación. Una distinción que será entendible con cinco centímetros de sentido crítico y lector). Así que, hecha la aclaración…
Nos encontramos en un café… como siempre –que donde algún establecimiento nos ofrezca ser la sede de las entrevistas de El Cuyabran, prometemos que va a sonar todas las semanas-. A don Jorge ya lo conocía por ser el merecedor de uno de los Pagos por Servicios Ambientales que da la Gobernación por haber adquirido mediante la fundación, un predio de 428 hectáreas en Génova para convertirlo en una reserva donde se conservan páramos y bosques altoandinos. Más puntualmente una reserva de la sociedad civil, una figura a la que ya nos vamos a referir.

-Tengo entendido que en el proyecto se suma la voluntad de varias entidades…
-Sí, se trata del proyecto denominado ‘Paisaje Protegido Tochecito’, que tiene como propósito consolidar una estrategia de conservación para la cuenca del río Tochecito, con un área de 8.800 hectáreas que van en altura desde los 1600 hasta los 3800 metros sobre el nivel del mar, en la vertiente oriental de la cordillera Central.
-O sea ¿la parte de allá de la montaña?- le pregunto. Anotación de tipo geográfica-espacial: estamos charlando en el Quindío.
-Es detrás de Salento: cuando uno va para el alto de Boquerón, donde está el límite departamental en el filo de la montaña, y empieza a bajar por la otra pendiente. Inicia desde el límite con el Tolima y es la parte alta de los afluentes del río Coello, aunque hay otras quebradas importantes (Dantas, Pajarito, San Rafael, entre otras).
Anteriormente, cuando hablamos en esta nota de los santuarios de la palma, lo hicimos con base en lo que nos cuenta Jorge Hernán; no es que seamos los especialistas en fauna local y botánica. La calificación que la da él a estos sitios es porque son los lugares con mayor densidad poblacional de Ceroxylon quindiuense. Ya sabemos que Cocora es como un cementerio de elefantes. Pero el proyecto llega en un momento de máxima alerta por los ecosistemas que albergan las palmas: otro de los santuarios, como es el caso de Anaime, ya tiene presencia de la industria del aguacate Hass, y está lo bastante cerca como para temer por el futuro de Tochecito.

Cómo Tochecito se ganó la convocatoria
La historia nace, como se podría suponer, de una bolsa presupuestal presta para ser invertida. En este caso en manos de la fundación Santo Domingo (la de la familia del industrial Julio Mario Santo Domingo) y que se centra en líneas como medio ambiente, salud, educación y ordenamiento territorial. En 2022, el organismo filantrópico lanzó una convocatoria denominada ‘Misión Ambiental’, que le abrió las puertas a organizaciones medio ambientales públicas, privadas, ONGs y organizaciones de la sociedad civil en Colombia, para presentar proyectos en torno a 3 ejes: ecosistemas, agua y ciudades sostenibles.
“Este año”, señala la página web de la fundación “Misión Ambiental seleccionó, entre 400 propuestas, a 3 organizaciones, las cuales recibirán financiación para poner en marcha o continuar con sus proyectos enfocados en promover la producción agrícola sostenible, la restauración ecológica y la conectividad”. Tal y como lo podrán suponer, el proyecto de Tochecito ganó, junto con una iniciativa para la recuperación del hábitat del mono araña en Paya, Boyacá; y la restauración del bosque seco tropical en los Montes de María.

-Cuando supimos de la convocatoria decidimos hablar con el Instituto Humboldt para postularnos- declara Jorge Hernán. El resultado de la convocatoria les dio la posibilidad de empezar a intervenir una zona con características bien particulares, a saber:
- Es un suelo de protección de acuerdo con el Esquema de Ordenamiento Territorial de Cajamarca
- Hace parte de la reserva forestal central
- Pertenece a la zona amortiguadora del parque nacional natural Los Nevados
- Es zona de riesgo volcánico por su cercanía con el nevado del Tolima y el volcán Machín
- Hace parte de la zona declarada como humedal de importancia internacional, zona RAMSAR Laguna del Otún
- Es la frontera sur del complejo de páramos del parque Los Nevados (que llega hasta La Línea, para continuar con el complejo Chili-Barragán)
- Incluida en la lista Ramsar (por ser parte del humedal de la Laguna del Otún) y declarada como zona RAMSAR, así como en las Áreas Clave para la Biodiversidad – KBA
-Cualquiera diría que es una zona protegida…
-Figuras de ordenamiento y protección ya tiene suficientes; ya hay un reconocimiento. Pero de nada sirven las normas si no se operativizan o se gestionan en terreno- me responde. Fue ahí cuando se encontraron con el gran desafío de este proyecto, porque para hacer efectiva la conservación había que convencer a los residentes. Y es que en Tochecito, como en gran parte de nuestra cordillera, la ganadería convive con el bosque. Particularmente en esta zona, con una presencia en cerca del 95% del perímetro a impactar.

Menos restricciones, más convencimiento
Al levantar el diagnóstico del territorio, indica, los responsables del proyecto pudieron determinar la heterogeneidad de los pobladores: en la parte baja de la cuenca, entre los 1600 y 2000 m están las fincas pequeñas y los propietarios viven en sus predios dedicándose exclusivamente a su trabajo, mientras que en las grandes extensiones se dan a mayor altura, por lo general con propietarios que viven en la ciudad y que dejan encargados a sus agregados.
-Hay predios que son de tradición familiar y que han pasado de generación en generación; uno ve ahí un arraigo por la tierra, porque no es gente que haya llegado ayer. Pero también hay gente dispuesta a vender si llega una buena propuesta. En un principio entramos a esta zona con una propuesta de crear una figura de conservación, pero los propietarios mostraron temor y en ocasiones haber estado mal informados.
Ni modo de culparlos. En la visión tradicional y hegemónica, la conservación medioambiental es vista como enemiga de la producción. Y tampoco nos mintamos: ya hemos visto suficientes ejemplos lo bastante cercanos, como para temer un avance de la frontera agrícola, incluso en áreas incluidas en la Ley 2 de 1959.
-Aunque las restricciones dependen de la figura de conservación, hay mucha prevención en los propietarios. Existen 7 tipos de áreas protegidas en Colombia, siendo los Parques Nacionales Naturales la más restrictiva, porque su objetivo es la preservación de los ecosistemas; de ahí que, en teoría, no esté permitido ningún aprovechamiento agropecuario. Están los Parques Regionales Naturales, también muy restrictivos. Hay otros más flexibles como los Distritos Regionales De Manejo Integrado (como la cuenca alta del río Quindío) o los Distritos De Conservación de Suelos (como Barbas-Bremen), que son figuras que integran conservación y producción. Sin embargo, notamos desde un principio que los habitantes de la zona estaban prevenidos con cualquiera de estas opciones.
-Entonces nos fuimos a hablar con ellos- me explica.

La gobernanza de los ganaderos
La idea entonces afloró. En lugar de partir de una condición establecida desde la institucionalidad, con un documento que estableciera la estrategia de conservación, se decidió partir desde la perspectiva de los ganaderos; “tenía que surgir de las fincas, y no de un estatus de área protegida”, me recalca, “que a veces le interesa más a las autoridades ambientales para mejorar sus indicadores de gestión, que a la misma gente”.
-La labor de sentarse con cada uno de los propietarios giró en torno a hacer la planificación predial de las fincas. Y encontramos que, de las 8.800 hectáreas del área, el 56% sigue siendo de preservación; un porcentaje que se ha mantenido precisamente porque los dueños de las fincas han decidido mantenerlas así. La propuesta es que estas tierras sigan conservándose, que no se abra un centímetro más de tierra, que lo que es potrero siga siéndolo y lo que es monte siga siéndolo. Al hacer la zonificación de usos, identificamos el tipo de coberturas vegetales que tenían, entre bosques, cultivos y rastrojo.
-¿Cómo fue la respuesta de los ganaderos?
-Ellos mismos saben la riqueza medioambiental que tienen, y la necesidad de mantener los servicios ecosistémicos para que no se caiga la producción de dónde sale su sustento porque… una finca sin agua no sirve. Igual con el pasto, con la sombra para el ganado. Les propusimos una serie de prácticas para mantener este equilibrio. Y les empezó a gustar la idea.

En el portafolio de ideas se incluyen prácticas silvopastoriles como la conocida por el nombre de desmatona selectiva, que permite el crecimiento espontáneo de árboles nativos de la zona, como puede ser el sietecueros. Eso permite, continua, reducir el riesgo asociado a una topografía con bastantes pendientes en caso de que los suelos queden expuestos a la lluvia, los deslizamientos, las cárcavas y la erosión.
También se aislaron las rondas hídricas y los palmares con cercos protectores. “Por ejemplo, al montecito que está asociado a una quebrada o un humedal le hicimos un cerco en el perímetro, lo que favorece la regeneración natural (el enrastrojamiento), porque está evitando que el ganado entre y se coma los brotes de palmas, permitiendo el relevo generacional de la especie”. Se propuso una mejor rotación del ganado en los potreros para dejar el ciclo natural del pasto. Y se construyeron pozos sépticos para la disposición de las aguas residuales y evitar que caigan a las fuentes hídricas. Todo en los predios que le entraron al juego de manera voluntaria y que se convirtieron en fincas demostrativas. Todo un ejemplo de ganadería sostenible que no riñe con el medio ambiente.
-Incluso, en la zona hay una finca llamada La Leona, en la que los hijos del propietario están apostándole al turismo de naturaleza como una fuente alterna de ingresos. La están convirtiendo en una reserva de la sociedad civil bajo el nombre Santuario de la Palma de Cera. Cuando hicimos la planificación predial, encontramos que cerca del 60% era bosque y un 15% era zona de restauración (o sea, sitios donde hay derrumbes o que tienen suelos degradados y quieren recuperarlos). Es decir, tenemos cerca del 25% de producción y 75% en protección, que es la idea que se persigue con un Distrito Regional de Manejo Integrado, pero es a través de la voluntad del propietario, que mantiene la gobernabilidad sobre su finca.

Dando ejemplo de ganadería sostenible
-¿Cuántas fincas le copiaron a la propuesta?
-16 de 48. Pero en estas se encuentra la mayor densidad poblacional, solo faltaría un propietario que aún no se ha decidido. El resto ya está en proceso de conformarse como reserva.
-¿No les preocupa la gente que está dispuesta a vender la tierra al mejor postor? ¿Una aguacatera, por ejemplo?
-Son una amenaza para el proyecto, al mismo tiempo que representan una oportunidad, porque si se ponen en venta esos predios, Cortolima (la Corporación Autónoma), la Gobernación o la Alcaldía podría comprarlos para destinarlos a fortalecer esta iniciativa; igual, la Ley les exige adquirir tierras para la protección de las cuencas y la biodiversidad. Incluso, si no tienen la plata, todo este ejercicio les sirve para gestionar el recurso por compensación, por ejemplo, con la concesión del Túnel de La Línea, con organizaciones internacionales ambientales, regalías, u Obras por Impuestos (Cajamarca es municipio Zomac).
Existen, obviamente otros riesgos. Uno de los más puntuales: el uso de glifosato en cultivos existentes en la zona.

-Hay que ir disminuyendo los agroquímicos, pero tiene que ser un ejercicio gradual porque esto es algo tradicional (acá y en todo el agro colombiano: anotación de El Cuyabran); por lo general el que va a limpiar una finca para adecuarla para ganadería lo primero que piensa es echarle veneno porque es lo más fácil: en tres meses están las plantas muriéndose.
Pero, aunque estas transiciones puedan demorar un poco más, existen nuevas generaciones que están intentándole a una ganadería menos agresiva. Más intensiva y menos extensiva. Con mayor consciencia del valor que tienen en sus manos al ser los residentes del filo de la cordillera. Y la acogida que ha tenido este proyecto, culminado el pasado 14 de febrero y que tuvo 24 meses de duración, así lo demuestra. La permanencia y el éxito, ahora, depende de cómo les vaya con este modelo experimental, que se valió de mecánicas de gobernanza y autogestión, en lugar de garrote, para convencer a toda una comunidad de algo de lo que siempre han visto con sospecha. La pelota, tememos que así sea, ahora queda en poder de las autoridades.