En una época en donde el cuarto poder ha tenido que lidiar con la web 2.0 y las tendencias de la nueva era de miles de prosumidores generando contenido carente de valor, es menester remontarse al neologismo anglosajón infotainment o infoentretenimiento. Una tendencia periodística que tiene como finalidad servir de gancho para captar y mantener audiencias.
Este proceso narrativo tiene como principio fundamental la selección de contenidos de impacto que distorsionan la realidad con técnicas propias del género de ficción… así es: técnicas propias del género ficción y aquí es donde nos vamos a detener.
Este género narrativo agrupa técnicas literarias como el diálogo y la narración para crear una experiencia envolvente y emocional para los espectadores; el ejemplo más latente de infotainment son los Talks Shows: “Programas de entrevistas a diversos personajes socialmente influyentes, que combinan realidad con humor”. Creados para generar opinión y debate sobre temas relevantes para la sociedad, pero en los que, entre risas y suspicacias, los invitados comunican al público información de actualidad como política, economía, deportes, arte y que al final son conducidos por periodistas o entrevistadores expertos en liderar opinión.
Así las cosas, en la era de la web 2.0 (en la cual el acceso a la información ya no es limitado y cualquier ciudadano con un Smartphone y acceso a internet puede generar “contenido”, sea de valor o no), las redes sociales no clasifican las barbaries que en su mayoría abundan, entre millones de publicaciones al día creadas por millones de usuarios sin control.
Este fenómeno dio paso al surgimiento de una actividad económica digital, que al ser masiva y sin medir fronteras, facilitó el nacimiento de quienes hoy se proclaman “creadores de contenido o influencers”. Pero ¿qué contenido generan? ¿quién lo controla? ¿quién lo edita? ¿quién garantiza la calidad de la información? O quizás la pregunta adecuada será entonces ¿quién lo genera?
Si bien es cierto que los “Influencers” son un producto efectivo del marketing de multitudes, y que muchos de ellos hoy en día son líderes de opinión o la imagen de empresas importantes del sector privado o del mismo gobierno, hay quienes poco a poco y con el pasar del tiempo se han hecho millonarios, generando contenido carente de mucho valor, sin darse cuenta -o quizás sí- del poder que tienen para influir en una generación manchada por la violencia, la inequidad, las conspiraciones y hasta ideologías políticas opuestas. Lo que sí es cierto es que es un negocio muy rentable, pero aquello no justifica que de manera irresponsable masifiquen el mal ejemplo entre sus millones de seguidores, que en su mayoría son jóvenes y hasta menores de edad.
¿Y dónde está el control? Y entiendo bien el concepto de libertad de expresión, pero como sociedad hasta qué punto vamos a seguir permitiendo que “influencers” con muy poca educación y hasta falta de valores se dirijan a nuestros hijos, primos, hermanos, que en lugar de educarse o inspirarse para avanzar, se contaminan día tras día con “contenido” carente de valor en su máxima expresión.
Dicen por ahí que estamos en un mundo libre pero ¿será que el mundo si está preparado para ser libre? ¿será que la libertad significa ir por ahí incitando a la violencia como si ya no tuviésemos suficiente? ¿será que libertad significa deliberar públicamente sobre otros, u ostentar fortunas, fiestas privadas, escándalos públicos y hasta movilizar marchas y protestas contra el gobierno o generar terrorismo? Para mí la libertad significa autodeterminación e independencia, esa misma que tenemos para influir de manera positiva en una sociedad que lo necesita. Ojalá llegue el día en el que alguien pueda escribir este mismo artículo a la inversa y pueda decir que tenemos “influencers” estudiosos, de una profesión que domina el cuarto poder, conscientes de las carencias de sus audiencias, y capaces de clasificar su contenido para que, en lugar de generar controversias, produzcan cultura y sean un ejemplo a seguir por sus estilos de vida, construyendo sociedad y país, como muchos ya lo hacen, pero otros no. Y que por fin el término anglosajón “Infotainment” repose en paz y no se siga revolcando por su triste malversación informacional.
Las imágenes que acompañan esta columna son de Pixabay.
¡Me encanta!
Un corto relato que detalla el peligro que tienen los medios de comunicación, cuando quienes influencian, influencian sin bases, sin fundamento, sin sentido.
Creo que el poder de la comunicación es buena, el tema es que nos falta criterio para filtrar la información
Gracias por tu opinión Jeyson! Excelente punto de vista.