La discusión que necesita la COP16 y que no está agendada

La discusión que necesita la COP16 y que no está agendada

Inevitablemente nos pondremos en modo COP16. Porque, a pesar de mentes obtusas como las de Luis Carlos Vélez, que preferiría ver una final de la Champions antes que tener la Conferencia Global de las Partes en torno a la biodiversidad, en este medio sí sabemos que de las decisiones que se tomen en este tipo de escenarios (y de su cumplimiento, que no es lo mismo) depende nuestra supervivencia y la de todo el planeta.

Pero la COP no solo servirá para hablar de biodiversidad. También se está convirtiendo en una vitrina ante el mundo de lo que significa trabajar por el medio ambiente en Colombia, el país que en 2023 tuvo más asesinatos de líderes ambientales en todo el mundo, de acuerdo con Global Witness. En el segundo país más biodiverso del mundo y una de las 12 naciones más megadiversas del globo, te pueden asesinar por cuidar la naturaleza, en gran parte porque mentes tan obtusas como la del periodista expulsado de La FM valoran más las actividades extractivistas y los grandes monocultivos de productos que se venden por debajo de la mesa, que la enorme riqueza verde con la que cuenta este país. El hecho no es nuevo para los nacionales, tan acostumbrados a vivir en medio de la violencia y la zozobra. Pero ojalá sea un tema recurrente durante las dos semanas de la COP, porque en todas las regiones del país, incluyendo en este Quindío territorio de paz, se viven cotidianamente conflictos entre líderes sociales y ambientales, y actores paramilitares, disidencias, delincuencia común, terratenientes, políticos y hasta la misma autoridad. Una lucha que por lo general termina en déficit para el primer bando.

Y también para los periodistas que cubren estos hechos. Inevitablemente, al poner la lupa sobre temas de conservación medioambiental, un reportero terminará cruzándose con temas de orden público. Lo ocurrido hace poco con Nicolás Sánchez Arévalo, periodista del medio de comunicación Vorágine, que fue hostigado fuertemente vía telefónica con amenazas de muerte por su trabajo de investigación sobre las relaciones empresariales con el paramilitarismo y el narcotráfico.

Pero ojo, que también pierde la comunidad. Ante la férrea posición de la Presidencia de levantar el alto al fuego con las disidencias de Iván Mordisco (un alto al fuego que el grupo irregular nunca cumplió), este comandante amenazó ya a la COP16. Y parece que la amenaza se ha hecho más tangible con los días con la detonación de explosivos en el frente de la casa del ex alcalde de Jamundí, Andrés Felipe Ramírez. Se presume que el autor del atentado es el frente ‘Jaime Martínez’, asociada a la disidencia antes mencionada.

Desde el Gobierno nacional ya se anunció el despliegue de 9.000 policías y 2.000 soldados en la región para garantizar la tranquilidad. Algo normal, de nuevo, para un colombiano. No tanto para un noruego o un neozelandés, que se va a sentir como entrando en una zona de guerra. Y no estaría tan lejos de la realidad. Porque pasada la cumbre –esperamos que en total tranquilidad- el país volverá a caer en la misma situación que nos mantiene atontados por el ruido de las explosiones y las imágenes de campesinos llorando a sus muertos mientras pasan a ser parte de las estadísticas. Y mientras las cátedras de ecología en los colegios se imparten, mientras las campañas para que la gente tome consciencia y ponga de su parte por el planeta, mientras nos quejamos por los incendios forestales y la contaminación de los mares y los ríos, los líderes y periodistas que se ponen manos a la obra terminan cayendo como víctimas de un entramado que, por lo general todos conocemos. Pero acá no se puede hablar por mucho tiempo. Y es algo que desde El Cuyabran sopesamos todos los días para medirnos con nuestro trabajo.


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