Cuando planificamos este especial de 3 entregas sabíamos que la primera, concerniente al uso adulto o recreacional del cannabis iba a ser el de mayor interacción. De lejos, es el más polémico por las convenciones sociales y los mitos en torno a una planta que fue estigmatizada por Estados Unidos en 1932 con la expedición de la Ley de Control Uniforme de Sustancias Peligrosas; la piedra angular de una infructuosa lucha contra las drogas que nos golpea hasta el día de hoy.
Sin embargo, antes de esa fecha el cultivo y uso del cannabis era algo socialmente aceptado. Y algunos de sus múltiples aprovechamientos tuvieron que ver con la elaboración de medicinas (el mercado hoy ocupado por el CBD) y para la fabricación de fibras: los lectores de cierta edad en adelante recordarán que era habitual conseguir en las tiendas de aprovisionamiento y cacharrerías la cuerda de cáñamo, muy solicitada por la calidad y resistencia del material.
Sin embargo, las restricciones aplicadas a la marihuana en flor seca o moño para su ingesta, han dificultado que en el país se desarrolle una industria basada en este cultivo y que tiene el potencial, hasta ahora conocido, de ser la materia prima para más de 25.000 productos relacionados con la industria textil, la celulosa para hacer papel, en materiales de construcción, como insumo para alimentos procesados, como forraje para animales, en cosmetología, como biocombustible, “incluso marcas automotrices tan reconocidas como Ferrari y BMW están haciendo autopartes con la planta”, señala Gilberto Cardona García, químico, docente, y desde hace cerca de un año, asesor del ‘Proyecto Piloto de Fortalecimiento Económico y Empleabilidad de los Campesinos en el Cultivo de Cannabis Cáñamo para la Obtención de Fibra y Manufactura de Tejas de Fibra del Cáñamo y Organizacional y Productivo en los Municipios de Buenavista, Pijao, Córdoba, Génova y Calarcá del Departamento del Quindío’.
La iniciativa busca abrir el camino para el uso industrial de un cultivo con múltiples bondades probadas y que, en contravía de la lógica, sigue siendo calificada por un sector de la población como la enemiga. Esto ha llevado a que, por ejemplo, la investigación en Colombia se quede rezagada en comparación con otros países. “Estamos muy atrasados porque en el contexto internacional nos llevan ventaja; los países más industrializados como los de Norteamérica, la emplean en textiles, y en China y Corea el cáñamo participa con el 70% del papel que se produce. Y aunque en principio, esto no debería tener incidencia en el desarrollo de la industria, incluso la nueva norma que prohíbe el consumo en público, también nos ha afectado”, revela.
Investigación orientada al establecimiento de una industria
El proyecto de investigación tiene como horizonte el establecimiento, en Quindío Zona Franca, de una planta transformadora del cáñamo en tejas, con arcilla como aglomerante. Para esto, se plantea la utilización del tallo, la parte que más contiene fibra, con una inversión de 10 millones de dólares. Si el precio suena alarmantemente alto, hay que recordar que, por cuestiones legales, en el país resulta muy costoso hacer cualquier aprovechamiento del cannabis.
“La explotación industrial es muy costosa en Colombia, porque no hay una capacidad instalada y toca empezar prácticamente de cero. Pero, aparte del valor de montar una infraestructura, hay que tener en cuenta que la Ley exige la adquisición de 3 licencias, una para el cultivo, otra para la compra de la semilla y una última para el proceso industrial, lo que suman cerca de 60 millones de pesos”, explica. No obstante, los gestores saben que no se puede desperdiciar un solo peso, y por esto y como paso previo para la implementación del proceso de producción, realizarán primero un testeo de las especies que más se adapten a las condiciones climáticas, de suelo y humedad del Quindío.
“Necesitamos montar un vivero estudio para traer varios tipos de semillas y mirar la que mejor se comporte con la temperatura -porque necesita, en primer lugar, 35 grados centígrados para conservar la semilla y que la humedad no la pudra- así como de un sector más o menos cálido”. Para testear las variedades que serán seleccionadas, se eligió una finca en Quimbaya que se espera que se convierta a futuro en el semillero de material vegetal que pueda ser comercializado a nivel nacional, con lo que le vamos a garantizar a los asociados de una cooperativa que trabajarán en el cultivo, un ingreso fijo y la consecuente mejora en su calidad de vida”, revela Cardona García.
Y para garantizar el rigor científico que necesita este estudio, añade, se cuenta con asesoría de expertos españoles –una de las naciones con mayor avance en el tema-, así como con instituciones como la Universidad del Quindío, el Sena y otras universidades de la región. Además, no se descarta que el interés suscitado en la RAP Eje Cafetero en abrir el camino para un cannabis de tipo industrial, pueda impulsar aún más la propuesta.
Campeón en sostenibilidad y sustentabilidad
Los beneficios que conlleva una inversión de tal magnitud podrían hacer viable la experiencia, no solo para las familias vinculadas en el proyecto, sino para toda la comunidad y el medio ambiente. Aparte de que todas las partes de la planta pueden ser empleadas como materia prima de diferentes productos, el cáñamo es campeón en la conservación y cuidado de los recursos naturales y la salud: no daña los suelos, no requiere de fumigaciones que impacten el medio ambiente y produce una menor huella de carbono que otros procesos agroindustriales.
“Por ejemplo, para la producción de un kilo de fibra de cáñamo se necesita un 50% menos de agua que para la producción de un kilo de algodón. Además, el cáñamo es CO2 negativo; es decir, durante su crecimiento la planta absorbe más gas carbónico de lo que emite. Así el cáñamo ayuda a reducir el efecto invernadero”. El concepto es de Álvaro Pedraza Osorio, quien ha trabajado en diferentes procesos con la RAP Eje Cafetero: “Se ha demostrado científicamente que el cultivo de cáñamo industrial absorbe más dióxido de carbono por hectárea en comparación con un bosque o cultivo comercial y, por lo tanto, se lo considera como el sumidero de carbono ideal para mitigar la excesiva presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Por otro lado, varias instituciones de investigación y algunas empresas están explorando más ampliamente las fibras naturales como una alternativa respetuosa con el medio ambiente”.
La comparación entre este producto con otras materias primas a las que podría sustituir no admite dudas. Por ejemplo, el cáñamo requiere la mitad del agua que se lleva el algodón para el mismo volumen de fibra textil, y no necesita los agroquímicos. Para un panorama como el que pinta el futuro, este debería ser uno de los criterios que debería tomarse en cuenta a la hora de plantear una agenda de competitividad del departamento. El otro ejemplo es, claramente, la iniciativa de producir tejas para la industria de la construcción y que está en manos de la corporación industrial Ecorigen. En caso de que se logren buenos resultados y se posibilite la transformación, el cáñamo entraría al mercado a reemplazar un material probadamente nocivo para la salud por su efecto cancerígeno: el asbesto.
¿Entonces por qué no se prioriza cómo cultivo promisorio?
“La producción local de esta planta permitiría incentivos para el nacimiento de nuevos emprendimientos colombianos que busquen mitigar el impacto medioambiental y crear empleo tanto en el campo como en las industrias de confección, construcción, combustibles, entre muchas otras”, opina Pedraza Osorio, “indudablemente el cáñamo es un material con grandes aplicaciones medicinales en diferentes industrias, además de ser biodegradable y reciclable, por lo que es una gran alternativa para inversionistas que quieren contribuir a impulsar un modelo económico más sostenible, y a mitigar y disminuir la huella ambiental y el cambio climático”.
La pregunta que nos hacemos desde El Cuyabran Post es por qué no se le da la suficiente atención al cannabis como apuesta productiva de la región. En estas tres entregas de este especial hemos explorado una planta que ofrece más bondades que peligros para la sociedad. Una sociedad que además ha madurado y que agrupa cada vez a más personas reclamando que se le quite el estigma. Somos conscientes de los efectos negativos que puede originar en algunos consumidores, pero que podrían ser mejor tratados si no se satanizara y en lugar de prohibición, hubiera una regulación. Creemos firmemente en que se necesita un desescalamiento urgente de la guerra contra el cannabis; los grandes avances en las sociedades a veces duelen y propician miedos al cambio. Pero si los argumentos expuestos en estas 3 entregas no son suficientes para que nos quitemos el vestido de la moral, seguiremos siendo una comunidad atrasada que desperdicia su potencial y que –acá viene algo polémico- está llamado a sustituir actividades que ya no son rentables para el agro colombiano.
Lee los otros dos artículos de este especial acá:
Parte 1: Estirando los límites de la legalidad que rige al THC